El termómetro alcanza los 39 grados en la plaza central de este municipio guerrerense. El sol cae a plomo y obliga a los lugareños a buscar sombra bajo los árboles y a ingerir la ansiada agua de coco. Como hace décadas, el mediodía es la hora indicada para llegar a sentarse en el parque central de esta ciudad.
En la plaza ubicada frente al palacio municipal, desde donde despachaba José Luis Abarca —hoy preso en El Altiplano—, los niños corren a saludar a los integrantes de la Gendarmería que patrullan en sus unidades todo el ayuntamiento; los adultos miran con recelo a los uniformados.
Desde el pasado 26 de septiembre, cuando desaparecieron aquí los 43 normalistas de Ayotzinapa, priva la tensión y la desconfianza.
Y no es para menos. Una veintena de grupos criminales se disputan el territorio guerrerense, entre ellos algunos de corte insurgente.
Guerreros Unidos, Templarios, Familia Michoacana, Los Rojos, Los Pelones, Cártel Independiente de Acapulco, La Barredora, La Resistencia, El Vengador del Pueblo, Ejército Libertador del Pueblo, Nuevo Cártel de la Sierra, Comando Negro, Luzbel del Monte, Nueva Alianza de Guerrero, La Tejona, Los Calentanos, Pueblo Pacifista Unido, La Empresa, y el Cártel Jalisco Nueva Generación componen el coctel explosivo en Guerrero, de acuerdo con información de la Fiscalía General del estado.
Uno de ellos ha llamado la atención de autoridades federales y estatales. Se trata de Grupos Autónomos Armados —Guerrillas Negras— que el pasado 14 de noviembre amenazó con perpetrar acciones de sabotaje y homicidios de militares y policías, en lo que definieron como “venganza” contra el Estado por la desaparición de normalistas de Ayotzinapa, entre otros.
De acuerdo con Jorge Fernández Menéndez, experto en temas de seguridad y colaborador de medios de comunicación, y René Jiménez Ornelas, investigador del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la dualidad entre grupos subversivos y del crimen organizado siempre ha estado presente en la entidad.
Para Fernández Menéndez, desde hace muchos años en Guerrero grupos armados se fraccionaron, lo que dio origen al Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI), Ejército Popular Revolucionario (EPR), las Fuerzas Armadas Revolucionarias del Pueblo (FARP) y, más recientemente, los Grupos Autónomos Armados (Guerrillas Negras).
La mayoría de estos grupos tienen conexiones en los estados de Guerrero, Oaxaca, México y el Distrito Federal, detalló Fernández Menéndez, para quien el perfil de estos grupos fluctúa entre la guerrilla y grupos delincuenciales.
Señaló que en la actualidad estos grupos subversivos, autodenominados guerrilleros, tienen fuertes vínculos con el crimen organizado e incluso con la Coordinadora Estatal de Trabajadores de la Educación de Guerrero (CETEG), que se cuelgan de algunos hechos relevantes, como la muerte de los 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa, para sus propios objetivos.
“Las relaciones existen. Si vemos lo ocurrido en Iguala, es un enfrentamiento entre Los Rojos y Guerreros Unidos. Por supuesto que la enorme mayoría de los chavos que fueron secuestrados y asesinados no tenía nada que ver con Los Rojos; sin embargo, hay denuncias de los mismos Guerreros Unidos que señalan la intromisión de Los Rojos en la Normal Rural”.
René Jiménez Ornelas, también coordinador de la Unidad de Análisis sobre Violencia Social del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM resaltó que la dupla guerrilla-crimen organizado es un peligro constante en Guerrero.
“Existe el peligro de que, como lo vimos en Colombia, muchos de esos grupos guerrilleros, cuando metieron a los paramilitares, se fueron asociando (con el crimen organizado) al grado de que los grupos guerrilleros se convirtieron, con el tiempo, en transportadores de droga. Sí hay ese peligro”.
El investigador de la UNAM refirió que, de acuerdo con las cifras dadas a conocer por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), en 56 de los 81 municipios que integran la entidad se localiza el mayor número de sembradíos de amapola, de donde se saca la goma de opio que, al procesarla, se convierte en heroína.