Por Redacción 25 de diciembre de 2025
México es un país edificado sobre capas de historia, misticismo y tragedia. Cuando cae la noche, las calles empedradas del centro y las avenidas modernas del norte susurran relatos que han sobrevivido al paso de los siglos. Las historias de miedo en nuestra cultura no son simples cuentos para asustar niños; son crónicas de dolor, advertencias morales y ecos de un pasado que se niega a morir. En esta Navidad, mientras las familias se reúnen, también lo hacen los espectros en la memoria colectiva.
A pesar de la tecnología y la modernidad del 2025, el mexicano sigue sintiendo un respeto profundo por lo sobrenatural. Recopilar las mejores historias de miedo es adentrarse en la psique nacional, donde la muerte no es el final, sino una transición a veces tormentosa. A continuación, presentamos tres de las leyendas más escalofriantes que han sido documentadas por la tradición oral, abarcando desde la época colonial hasta tragedias arquitectónicas en Nuevo León.
1. El lamento eterno: La verdadera crónica de La Llorona
No se puede hablar de terror en este país sin empezar por la madre de todas las historias de miedo: La Llorona. Pero más allá del disfraz de Halloween, la crónica real tiene raíces prehispánicas y coloniales que la hacen mucho más perturbadora.
Los historiadores coinciden en que la leyenda tiene bases en la diosa Cihuacóatl, quien, según los presagios mexicas, lloraba por la caída de sus hijos antes de la llegada de los españoles. Sin embargo, la versión que ha aterrorizado a generaciones se sitúa en el México colonial. Se cuenta la historia de una mujer indígena o mestiza, a veces llamada Luisa, que se enamoró perdidamente de un caballero español de alta alcurnia. Tuvieron tres hijos en secreto, viviendo en una casita a las orillas del lago de Texcoco.
La tragedia, elemento central en estas historias de miedo, se desencadenó cuando el caballero decidió casarse con una dama española de su misma clase social, despreciando a Luisa y a su descendencia ilegítima. Cegada por el dolor y la locura, la mujer llevó a sus pequeños al río. Uno a uno, los sumergió hasta que sus respiraciones cesaron. Al recuperar la lucidez y ver los cuerpos flotando bajo la luz de la luna, emitió el alarido que hoy congela la sangre: «¡Ay, mis hijos!».
Se dice que Luisa murió de pena poco después, pero su espíritu quedó condenado. Quienes han escuchado historias de miedo de viva voz en Xochimilco o en los pueblos cercanos a ríos, aseguran que no es un mito. Describen una bruma fría que precede a una figura vestida de blanco, flotando sin tocar el suelo. No busca venganza, busca perdón, y su lamento es tan agudo que se dice puede romper los tímpanos y el alma de quien tiene la desgracia de cruzar su camino en la madrugada.
2. La Planchada: El terror en los pasillos del hospital
Las historias de miedo también habitan en los lugares donde la vida y la muerte libran su batalla diaria: los hospitales. Una de las leyendas más famosas y persistentes de la Ciudad de México es la de «La Planchada», una presencia que ha sido reportada por pacientes y personal médico durante décadas en el Hospital Juárez.
La crónica nos remonta a principios del siglo XX. Eulalia era una enfermera dedicada, conocida por su impecable uniforme blanco, siempre perfectamente almidonado y planchado (de ahí su apodo póstumo). Era profesional y amorosa con sus pacientes, hasta que se enamoró de un joven médico ambicioso. Tras un noviazgo breve, él le prometió matrimonio antes de irse a un seminario médico en otra ciudad. Eulalia lo esperó ilusionada, preparando su ajuar.
La realidad, cruel como en muchas historias de miedo, llegó una semana después: el médico no se había ido a un seminario, sino a casarse con otra mujer, renunciando a su cargo en el hospital. Eulalia cayó en una depresión profunda. Su profesionalismo se convirtió en negligencia; dejó de atender a los enfermos, y algunos murieron por su falta de cuidado. Finalmente, ella enfermó y murió en el mismo hospital, llena de arrepentimiento.
Desde entonces, pacientes en estado crítico reportan haber sido atendidos por una enfermera de uniforme antiguo, perfectamente planchado. Cuentan que ella les administra medicamentos, les acomoda la almohada y les susurra palabras de aliento. Sin embargo, cuando preguntan por ella al día siguiente, el personal les dice que esa enfermera no existe. Eulalia vaga eternamente tratando de enmendar los errores que cometió en vida, convirtiéndose en una de las pocas historias de miedo donde el fantasma no busca asustar, sino sanar, aunque su presencia gélida sigue provocando terror en los pasillos nocturnos.
3. La Casa de los Tubos: La maldición de Monterrey
Para nuestra audiencia del norte, las historias de miedo tienen una coordenada específica: la colonia Contry en Nuevo León. La leyenda de «La Casa de los Tubos» es una crónica de amor paternal que terminó en desgracia arquitectónica y muerte.
La historia data de la década de los 70. Un padre amoroso tenía una hija que sufría de parálisis y dependía de una silla de ruedas. Con el deseo de darle una vida digna y cómoda, decidió construir una mansión única en su tipo: una estructura cilíndrica llena de rampas en lugar de escaleras, para que la niña pudiera moverse libremente por toda la casa. La construcción, con su diseño tubular extraño, comenzó a levantarse en las faldas del cerro.
Sin embargo, las historias de miedo suelen alimentarse de accidentes inexplicables. Durante la obra, varios albañiles murieron en circunstancias misteriosas, cayendo desde las alturas sin razón aparente. Se decía que la tierra no quería la casa. A pesar de los augurios, el padre llevó a su hija para mostrarle el avance de su futuro hogar. En un descuido fatal, la niña se deslizó en su silla de ruedas por una de las rampas inconclusas en el piso más alto, saliendo disparada por una ventana abierta hacia el vacío. La niña murió al instante.
El padre, devastado, abandonó la construcción y, según cuenta la leyenda, se quitó la vida poco después. La casa quedó en obra negra durante décadas, convirtiéndose en un imán para rituales, vandalismo y buscadores de historias de miedo. Visitantes aseguraban ver la sombra de una niña en las ventanas vacías y escuchar el rechinar de una silla de ruedas rodando por las rampas de concreto. Aunque la estructura fue demolida y el terreno remodelado recientemente, los vecinos aseguran que la energía de la tragedia sigue impregnada en la tierra, recordándonos que el amor de un padre no siempre puede vencer al destino.

Análisis: ¿Por qué nos fascinan estos relatos?
Leer historias de miedo cumple una función psicológica vital. Nos permite enfrentar nuestra propia mortalidad y los miedos más primarios en un entorno controlado. Ya sea el temor a perder un hijo (La Llorona), el miedo a la traición amorosa y la enfermedad (La Planchada), o el pánico a los accidentes domésticos (La Casa de los Tubos), estas crónicas son espejos de las ansiedades humanas.
En México, estas narrativas se entrelazan con nuestra identidad. No ocultamos la muerte; convivimos con ella. Al contar estas leyendas en una noche de Navidad o Año Nuevo, perpetuamos una tradición oral que nos conecta con nuestros abuelos y con los abuelos de nuestros abuelos.
Conclusión
Las sombras se alargan y el viento de diciembre golpea las ventanas. Quizás, al terminar de leer este artículo, escuches un ruido extraño en la cocina o veas algo moverse por el rabillo del ojo. Probablemente sea solo tu imaginación… o quizás, acabas de invocar una de las tantas historias de miedo que esperan pacientemente en la oscuridad para ser contadas de nuevo.
Buenas noches, y si escuchas un lamento en la calle, te sugerimos no asomarte a la ventana.








