El reciente asesinato del juez federal Vicente Antonio Bermúdez Zacarías ha generado temor entre otros funcionarios judiciales y permite recordar que los grupos del crimen organizado tienen un gran poder. Bermúdez Zacarías estaba manejando el proceso de la extradición del capo de la droga Joaquín “El Chapo” Guzmán.
“El miedo te paraliza”, le dijo al Diario El País un juez mexicano que pidió mantener su nombre en reserva. “He tenido y tengo mucha precaución. Hay que poner siempre un freno, decirles que no. Pero cuando pasan situaciones como la del asesinato del juez Bermúdez, uno se da cuenta de que debe tener todavía más cautela”.
El juez agregó que la amenaza más seria que enfrenta proviene de los abogados defensores de los criminales. Otro juez federal, quien también pidió mantener su nombre en reserva, expresó el mismo sentimiento.
“Los abogados son los que te transmiten la amenaza, casi siempre de manera indirecta, ellos lo llaman ‘sugerencia’”, le dijo el juez federal a El País.
Esta dinámica ha contribuido a la impunidad generalizada por crímenes graves en México. Más del 90 por ciento de los asesinatos se quedan sin resolver —una estadística alarmante que muestra las grandes deficiencias del sistema judicial en general.
“Los jueces están condenados a mantenerse en la mediocridad y [mostrar] discreción con el fin de mantener la estabilidad”, dijo Armando Ismael Maitre, presidente de la Asociación Mexicana de Impartidores de Justicia.
Es relativamente raro que los jueces federales de México sean blanco de los grupos del crimen organizado. Bermúdez es sólo el sexto juez federal asesinado en México en los últimos 16 años. Sin embargo, es más común que se presente violencia e intimidación contra los jueces locales.