Honduras cumplió este martes un mes sumida en crisis política tras el golpe de Estado, mientras el derrocado Manuel Zelaya busca presionar desde Nicaragua y el gobierno de facto de Roberto Micheletti intenta ganar tiempo para mantenerse hasta enero de 2010. Micheletti ha desoído los llamados de la comunidad internacional para restituir en el gobierno a Zelaya, y éste ha ignorado pedidos de Estados Unidos y otros países y se instaló en Nicaragua cerca de la frontera hondureña para presionar al gobierno de facto, sin que se avizore un acuerdo en el corto plazo.
Hasta ahora han sido estériles los esfuerzos del mediador, el presidente costarricense Oscar Arias, anfitrión de una cumbre regional esta semana que estará dominada por la crisis hondureña, que también ha causado gran perjuicio al comercio centroamericano por el cierre de rutas. Micheletti, que convocó para este martes a una jornada de oración, no ha cortado el diálogo de San José, pero no parece dispuesto a aceptar la principal propuesta del premio Nobel de la Paz: restituir a Zelaya.
La principal ruta entre Nicaragua y Honduras cumple cuatro días cerrada, lo que tiene varados a cientos de camiones con mercancías de toda Centroamérica, debido a un toque de queda y a retenes militares dispuestos por Micheletti para frenar a los partidarios de “Mel” que fueron a reunirse con él. Funcionarios de ONU visitaron el lunes la frontera para verificar la situación de los seguidores de Zelaya, que tienen problemas para conseguir alimentos por el toque de queda, en vigor desde el viernes al mediodía.
“Venimos por una situación humanitaria”, dijo a la prensa Renato Echavarría, de Unicef, en el paso de Las Manos, 100 km al sureste de Tegucigalpa. Un diplomático extranjero en Honduras que pidió el anonimato dijo que la estrategia de Micheletti es “ganar tiempo” para gobernar hasta el 27 de enero de 2010, cuando vence el mandato de Zelaya, y dejar de legado “al próximo presidente la tarea de componer las relaciones con la comunidad internacional”.
Los comicios estaban convocados desde antes del golpe para el 29 noviembre próximo, pero la Organización de Estados Americanos y el Mercosur han advertido que no los reconocerán si son llevados a cabo por el gobierno de facto. Micheletti “está pateando la pelota para adelante”, agregó el diplomático.
“El lío es del próximo gobierno”, coincidió un diputado hondureño, que habló en el Congreso con un grupo de periodistas, también a condición de no ser identificado. Micheletti parece resignado a que el frente exterior está perdido, por lo que sin dar un portazo a Arias, concentra sus energías en el frente interno, donde procura normalizar las actividades cotidianas, alteradas por las movilizaciones de los zelayistas.
El plan de Arias contempla la restitución de Zelaya, un gobierno de unidad nacional, una amnistía para los delitos políticos cometidos antes y después del golpe del 28 de junio y el abandono de los planes de cambiar la Constitución. El Congreso hondureño comenzó el lunes a debatir la propuesta de Arias, que ha sido elogiada por el gobierno de Micheletti y respaldada por los militares, aunque no apoyada formalmente.
El legislativo, totalmente dominado por partidarios de Micheletti, creó una comisión de siete diputados que analizará el tema y presentará un informe al plenario. “Vamos a tener que esperar que la comisión produzca un documento. Nuestra obligación es someterlo inmediatamente” al plenario, dijo el presidente del Congreso, José Alfredo Saavedra.
El “dictamen” de la comisión sería llevado al plenario este martes “o el miércoles o el jueves”, agregó Saavedra, que sustituyó a Micheletti como jefe del Congreso tras el golpe. Los diputados que votarán por el plan de Arias son los mismos que avalaron el derrocamiento y expulsión del país de Zelaya, por lo que el resultado parece previsible y no ayudaría a superar la crisis en el corto plazo