Durante décadas, Hong Kong prosperó como centro de negocios en Asia gracias a la combinación de libertades políticas, tribunales independientes y cercanía a la pujante economía china. Ahora, los problemas políticos y económicos de China están empañando esa imagen.
El autor sueco-chino Gui Minhai pensaba en esas libertades en Hong Kong cuando eligió a la ciudad como base del imperio editorial que ha construido en la década reciente, publicando libros con detalles de la política china que los visitantes de China compran animadamente ya que en su lado de la frontera lo tienen prohibido.
La reciente desaparición temporal de Gui y cuatro de sus colegas, entre ellos su editor en Gran Bretaña Lee Bo, además de la volatilidad política y los problemas económicos, están socavando la confianza en las promesas de Beijing de dejar intactas las libertades democráticas de Hong Kong, tras el retorno de la ciudad a su soberanía en 1997.
Las frustraciones de la población local seguramente se intensificarán en momentos en que la élite local se prepara para elegir a un nuevo gobernante de la región, el próximo año.
En comentarios inusualmente directos, el secretario de asuntos financieros John Tsang vaticinó recientemente que la economía Hong Kong, en el 2016, tendrá su menor expansión en cuatro años.
“La política y la economía están estrechamente vinculadas. La volatilidad políticamente inexorablemente afectará nuestra economía”, dijo Tsang en un discurso el mes pasado.
Las tensiones y la turbulencia han dejado a muchas personas en Hong Kong sintiéndose agobiadas por el ambiente confrontacional, dijo Tsang, advirtiendo “un caos aun peor” si los problemas no son resueltos.
Hong Kong sigue siendo más próspera y con mayores libertades que la China continental, pero la ciudad de 7,2 millones de habitantes sufre de desigualdad económica y encara la dura competencia de otros centros comerciales en China como Shenzhen y Shanghai.
Entretanto, el presidente chino Xi Jinping ha tratado de eliminar toda muestra de descontento en otras regiones, como en Xinjiang o en el Tíbet, y ha dado escasas muestras de comprensión hacia los que desean mayor democracia en Hong Kong.