Jesús nunca invitaría a ser sicarios, quiere discípulos: Papa Francisco. Francisco afirmó hoy a miles de jóvenes de diversas partes de México que Jesús “nunca invitaría a ser sicarios”, porque él quiere discípulos, jamás mandaría a sus hijos a la muerte, porque “todo en él es una invitación a la vida” en familia, en comunidad, a favor de la sociedad.
“Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven, es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte”, aseguró desde el escenario central del Estadio José María Morelos y Pavón.
Calificó como una mentira que la única forma que tienen de vivir los jóvenes en Morelia es en la pobreza y en la marginación: la marginación de oportunidades, de espacios, de la capacitación y educación, de la esperanza.
“Es Jesucristo el que desmiente todos los intentos de hacerlos inútiles o meros mercenarios de ambiciones ajenas”, recalcó ante más de 50 mil personas.
Aseguró que la comunidad y la familia son los principales antídotos contra todo lo que amenaza, porque hace sentir parte de la “gran familia de Dios”, pero no para refugiarse, para encerrarse sino al contrario, para salir a decir a otros que ser joven en México “es la mayor riqueza y por lo tanto, no puede ser sacrificada”.
Riqueza, esperanza y dignidad, son las tres palabras que Francisco recalcó durante su discurso.
Ponderó que la juventud es la principal riqueza de México, no la esperanza, sino la riqueza. Y aclaró que la esperanza nace cuando se puede experimentar en uno mismo que no todo está perdido.
“Todos podemos vivir, pero no podemos vivir sin esperanza”, indicó.
Más adelante estableció que las principales amenazas a la esperanza son los discursos que desvalorizan, que hacen sentir “de segunda, si no de cuarta”, cuando se siente no importante para nadie o dejado de lado, cuando se siente que es lo mismo estar o no.
“Eso mata, eso nos aniquila y esa es la puerta de ingreso para tanto dolor. Pero también hay otra principal amenaza a la esperanza”, y “es hacerte creer que empezás a ser valioso cuando te disfrazás de ropas, marcas, del último grito de la moda, o cuando te volvés prestigio importante por tener dinero, pero en el fondo, tu corazón no cree que seas digno de cariño, digno de amor”, siguió.
“La principal amenaza es cuando uno siente que tiene que tener plata para comprar todo, incluso el cariño de los demás. La principal amenaza es creer que por tener un gran carro sos feliz”, ponderó.
Reconoció que es difícil sentirse la riqueza de un país, cuando constantemente se pierden amigos o familiares a manos del narcotráfico, de las drogas, de organizaciones criminales que siembran el terror.
Insistió que es difícil sentirse la riqueza de una nación cuando no se tienen oportunidades de trabajo digno, posibilidades de estudio y capacitación, cuando no se sienten reconocidos los derechos que terminan impulsándonos a situaciones límites.
Continuó que es difícil sentirse la riqueza de un lugar “cuando, por ser jóvenes, se los usa para fines mezquinos, seduciéndolos con promesas que al final no son reales, son pompas de jabón”.
“No pierdan el encanto de soñar, atrévanse a soñar, que no es lo mismo que ser dormilones. Y no creo que les digo esto, de que ustedes son la riqueza de México, porque soy bueno o porque lo tengo claro, sino porque como ustedes, creo en Jesucristo”, dijo.
“Me han pedido una palabra de esperanza, la que tengo para decirles, la que está en la base de todo, se llama Jesucristo. Cuando todo parezca pesado, cuando parezca que se nos viene el mundo encima, abracen su cruz, abrácenlo a él y, por favor, nunca se suelten de su mano, aunque los esté llevando arrastrando”, dijo.
En el arte de ascender, lo importante no es no caer, sino no permanecer caído, dijo el pontífice, quien además recomendó aprender a hablar y a escuchar, la “escuchoterapia”.
“Les pido que no se dejen excluir, no se dejen desvalorizar, no se dejen tratar como mercancía”, para lo que recomendó tener astucia y humildad.
“Es cierto que por este camino, capaz que no tendrán el último carro en la puerta, no tendrán los bolsillos llenos de plata, pero tendrán algo que nadie nunca les podrá sacar, que es la experiencia de sentirse amados, abrazados, acompañados. Es el encanto de disfrutar del encuentro, del encanto de soñar en el encuentro de todos”.
“Es la experiencia de sentirse familia, de sentirse comunidad, y es la experiencia de poder mirar al mundo a la cara con la frente alta, la dignidad”, sentenció.