Keiko Fujimori con el pesado lastre de su padre. Con un sombrero negro adornado de flores amarillas, la favorita para ganar las elecciones presidenciales en Perú ingresa bailando por las calles de esta provincia andina que su padre, hoy encarcelado, pacificó hace un cuarto de siglo en un sangriento enfrentamiento contra Sendero Luminoso.
Rodeada de un fuerte aparato de seguridad, Keiko Fujimori, de 40 años y rasgos japoneses, recuerda entre aplausos “la eficiencia” para construir escuelas y la derrota de los senderistas que se logró entre 1990 y 2000 durante el gobierno de su padre Alberto Fujimori.
“Su papá sigue en el corazón de la población rural porque antes ningún presidente había dado armamentos, animales, semillas, víveres, ropas”, dice Alejandro Ccente, profesor quechuablante nacido en una zona montañosa de Huanta, llamada Uchuraccay, donde existe una calle con el nombre del padre y otra con el de la hija candidata.
Segunda en las elecciones de 2011, Keiko Fujimori tiene el apoyo de poco más de la tercera parte de peruanos, en especial de los más pobres de las zonas rurales y de las periferias urbanas.
Pero las encuestas muestran que carece de la mayoría simple necesaria para ganar la elección de 10 de abril que la enfrenta a otros 17 candidatos. En una segunda vuelta, el cinco de junio, se encuentra en empate técnico con su rival más cercano, el exfuncionario del Banco Interamericano de Desarrollo y ex viceministro de industria, Julio Guzmán.
Muchos votantes no pueden distinguir entre Keiko y su padre, sentenciado a 25 años de prisión por delitos de corrupción y asesinato por la conformación de escuadrones de la muerte.
Keiko se convirtió en su primera dama en 1994 luego que sus padres se separaron en un episodio desagradable en el que su madre acusó a Alberto Fujimori de ordenar que la torturaran.
“Ha vivido en medio de la corrupción y nunca dijo nada”, dijo Norma Azparrent en referencia a Keiko, quien participó en una protesta nocturna contra la candidata poco antes de un mitin en Huamanga, la capital regional de Ayacucho. “Engañó a todos los campesinos haciéndoles creer que con el dinero público hicieron colegios cuando fue mucho más lo que robaron”.
El Nobel de Literatura peruano Mario Vargas Llosa dijo el domingo a la televisora local América que la candidata “ha sido una hija muy dócil, jamás se la vio tomar ninguna distancia con las peores tropelías que cometió su padre” y que un triunfo de Keiko sería la “reivindicación de una dictadura que ha sido probablemente la más corrompida de Perú”.
Azparrent es hija del alcalde de Ayacucho, que fue asesinado a tiros en 1989 por Sendero Luminoso tras denunciar la guerra sucia desatada contra la población civil por el Ejército y los rebeldes de inspiración maoísta
Como muchos peruanos, Azparrent teme que Keiko no ha tomado la debida distancia de la camarilla corrupta de Alberto Fujimori y temen que, de ganar las elecciones, podría indultarlo y traer otra vez al poder al grupo con el que gobernó con puño de hierro en el pasado.
En una visita a la Universidad de Harvard en septiembre, la candidata sorprendió al auditorio cuando señaló como positivo para el Perú un informe de 2003 de la Comisión de la Verdad que critica abiertamente al gobierno de su padre.
Keiko Fujimori niega que, en caso de llegar a la presidencia, revivirá el régimen de mano dura de Fujimori caracterizado por el saqueo de arcas estatales y la violación de derechos humanos.
“Si soy elegida presidente del Perú seré yo quien gobierne”, dijo a The Associated Press en Huanta durante una breve conversación.
También ha dicho que no indultará a su padre, que pisoteó la democracia cuando, como presidente, cerró el Congreso, espió a periodistas, incluso mandó a secuestró a uno de ellos, y saqueó las arcas públicas.
Transparencia Internacional calculó que durante el gobierno de Alberto Fujimori se robaron 600 millones de dólares del erario público, la mayoría de los cuales no se han recuperado, y según recientes datos de la procuraduría anticorrupción hay 104 prófugos de la justicia de su régimen, entre ellos cuatro tíos y una prima de la candidata, buscados por delitos de corrupción.
Su padre cumple cinco sentencias por corrupción, incluido el uso de dinero público para pagar tabloides que destruyeron la imagen de opositores en épocas electorales, espiar a periodistas, y por la autoría mediata en el asesinato de 25 peruanos por un grupo militar clandestino que actúo bajo su conocimiento.
Fujimori huyó al exilio en 2000 después de que salieran a la luz pública vídeos de su jefe de inteligencia, Vladimiro Montesinos, comprando con maletines de dinero la lealtad de políticos y altos ejecutivos de la empresa privada.
La candidata tampoco ha denunciado los delitos ocurridos bajo el gobierno de su padre. Dice que solo se cometieron “errores”, el mayor de ellos el mantener en el poder al asesor Vladimiro Montesinos, que acumula 32 sentencias, una de ellas por vender armas a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y otra por la creación de escuadrones de la muerte.
El liderazgo de su movimiento político, Fuerza Popular, también genera dudas.
El secretario general del partido y actual congresista, Joaquín Ramírez, es investigado bajo sospecha de lavado de activos; la candidata más importante al congreso, Cecilia Chacón, tiene un juicio que está vigente desde hace 14 años por enriquecimiento ilícito y Keiko Fujimori no ha explicado cómo su padre, durante su gobierno, pagó los estudios universitarios de ella y sus tres hermanos en Estados Unidos, que costaron 1,2 millones de dólares.
La candidata presidencial, madre de dos niñas de nueve y siete años, dijo en enero durante un foro de Transparencia Internacional que “pueden existir algunas dudas pero yo quiero decir que he sufrido y cargado una mochila muy grande por errores de terceros… y jamás permitiré que mis hijas carguen la mochila que yo he cargado durante tantos años”.
El legado de Alberto Fujimori ha despertado profundas pasiones y durante la campaña de Keiko se han producido pequeñas protestas en ciudades del sur del país.
En Ayacucho, donde nació Sendero Luminoso, Azparrent y otros 40 manifestantes gritaban “padre e hija, la misma porquería”, y tuvieron que ser separados por la policía de cientos de simpatizantes fujimoristas.
La candidata, casada con un estadounidense nacionalizado peruano que labora como agente inmobiliario, se dedica a la política a tiempo completo y es la legisladora más votada de la historia de Perú, desde que en 2006 logró un escaño con más de 602.000 votos. También fue la primera peruana en disputar una segunda vuelta en los comicios de 2011, en los que fue derrotada por solo tres puntos por el actual presidente Ollanta Humala.
Dentro de la Fuerza Popular fujimorista hay una intensa rivalidad entre “keikistas”, que la apoyan, y “albertistas”, cuya lealtad está con su padre.
La asociación con su padre parece un arma de doble filo y Milagros Rejas, politóloga que estudió los conflictos interiores del fujimorismo, piensa que si Keiko gana la presidencia enfrentará un terrible dilema sobre si indulta o no a su progenitor, condenado a permanecer preso hasta 2032, cuando tenga 93 años.
Los “albertistas” van a ejercer una intensa presión para que se libere al expresidente de 77 años. Pero si Keiko dispone la excarcelación, podría perder capital político.
“Sería como ponerse una soga al cuello”, dice Rejas.