EL abatimiento de Arturo Beltrán Leyva, la muerte de Heriberto Lazcano, y la detención de Edgar Valdés Villarreal o de Miguel Angel Treviño Morales fueron igual que la captura de Joaquín “El Chapo” Guzmán, espectaculares pero lejos de debilitar el narcotrafico en México, solo hay cambio de mandos.
La detención es importante pero no significa el debilitamiento del Cártel de Sinaloa, ni el cese de operaciones ni un golpe mortal, ni significa justicia para mexicanos asesinados.