Es la fantasía de todo hombre: ver a dos mujeres juntas besándose, teniendo jugueteos o teniendo una relación sexual perversa, ingenua o coqueta. Para nosotras, aunque la mayoría de las mujeres no lo digamos, es también una fantasía, en muchos casos es preferencia sexual y en otras es simplemente curiosidad.
Algunas han sucumbido o, por lo menos, han estado tentadas a realizar cualquiera de estos actos con una de sus congéneres. Y ahí estarán ellas, comiéndose a mordidas y saboreando sus jugos, rozando sus pezones o uniendo sus caderas. Abriendo sus vulvas para tocarse hasta el orgasmo.
Besos mojados y traviesos, una insinuación de miradas coquetas, manoseos calientes o dedos curiosos, hasta una orgásmica relación sexual, son algunos de los elementos que pueden hacer que dos mujeres que no se consideren a sí mismas lesbianas ni bisexuales, decidan jugar juntas por una noche.
¿Eso significa que habrá que desconfiar de las mejores amigas de tu novia? No siempre. Y si sucede tal vez siempre haya lugar para un invitado número tres, es decir tú ¿no?
Tampoco quiere decir que aquella que alguna vez tuvo un desliz con alguna a partir de ese momento le gusten todas. Es más, ella podría no haberlo intentado nunca jamás o probarlo de vez en cuando o constantemente.
Yo, alguna vez en mi clase de yoga vi a una compañera de pelo corto y oscuro, con alguna cosilla sexy y loca, y los hombros y el cuello desnudos. Su belleza fue lo primero que me llamó la atención y cierto aire de altivez, después fue casi como enamorarse de un hombre. Me di cuenta de que ella era bisexual y una cosa llevó a la otra hasta que un día terminamos en su casa.
Y entonces todo ocurrió: los orgasmos, un sexo oral maravilloso y bien hecho, erotismo en su máxima expresión, sensualidad, coqueteo, excitación, humedad… Todo sin penetración, lo que lo hace todo más suave, más de largo aliento, más insaciable.
Esa vez supe que lo más bello de tener algo lésbico es como tener un romance con una misma, y como no hay con qué penetrar (mientras no se tenga un objeto o un juguete, claro, pero de que se puede se puede) la situación se vuelve platónica al extremo.
Después, debo decirlo, la falta de contrastes, la necesidad de tener a un hombre y, bueno, la presencia fálica se comenzó a hacer presente y esa breve relación terminó.
Y no desde allí, sino desde antes, ver a dos mujeres bailando, haciendo lo suyo o besándose sencillamente me excita, me pone a tope. No sólo porque recuerdo mis escarceos amorosos femeninos, sino porque (en ese sentido entiendo a los hombres) ver a dos mujeres hermosas juntas es doblemente hermoso, sublime, sensual.
Y sí, aunque ustedes no lo crean, a nosotras también nos excita. Entre mujeres lo decimos en broma, pero secretamente sabemos que es cierto, que siempre tendremos la curiosidad de explorar las cavidades de otra mujer. Además, un gran detalle: ¡uno se ahorraría tiempo explicando dónde está el clítoris!
A fin de cuentas a las mujeres desde pequeñas se nos permite ser libres para abrazarnos, mirarnos, besarnos, bañarnos, desnudarnos o dormir juntas. Todas compartimos el secreto… algunas cruzamos la barrera y ocasionalmente la brincamos, la saltamos para habitar de vez en cuando esta sensualidad. Hay quienes se quedan a vivir allí para siempre y son felices. Hay hombres a quienes les gustaría observar desde la ventana de enfrente, hay quienes son partícipes, juez y parte