La efervescencia polÃtica ha generado un clima de saturación propagandÃstica innecesario. ¿Realmente los ciudadanos vamos a ir a votar por â??xâ? partido sólo por ver los 30 segundos que machaconamente nos ponen en la tele?
Desde la batalla del 2006, México entró en un camino sin retorno: el uso de la tv y la guerra sucia en las campañas polÃticas. Sin pudor y con enorme pragmatismo, cada partido polÃtico usó lo mejor que pudo las nuevas armas de la guerra. Los asesores de cada trinchera dan vergüenza pues sus artimañas son obvias para cualquier telespectador que tenga un poco de sentido común. Lo más patético, a mà parecer, es lo que dejan ver en cada anuncio cómo conciben a los electores: somos débiles mentales que apenas podemos sumar uno más uno.
Los publicistas, una vez más, parecen ser los traidores de los ciudadanos. Es injusto, lo sé, pues cada quien hace lo que puede para mantener su trabajo. Pero la manipulación de cada tono de voz, de cada argumento demagógico, de cada ademán, es usada de tal manera que cuenta â??en el mejor de los casosâ?? una parte, su parte, de la verdad.
Por ejemplo el PRD. Para los que crecimos amparados por las utopÃas de la izquierda, atestiguar el deterioro de este partido sólo confirma los más escépticos pronósticos de la naturaleza humana. O â??al menosâ?? lo veleidoso de ésta y lo fácil que es perder el camino cuando apenas se ha trazado uno. En fin, el caso es que el â??reposicionamientoâ? que este partido ha emprendido (después de la elección federal del 2006 y la batalla por el poder al interior del PRD, que culminó en la escandalosa elección de su dirigente, Jesús Ortega MartÃnez) pasa por la televisión. Los spots que empezaron a transmitir hace poco fueron otra avanzada rumbo a las elecciones de julio. La creativa de la campaña, se dio a conocer a la opinión pública en abril de este año, es Aideé Reséndiz MartÃnez, secretaria particular del Ortega y sobrina de éste. Militante del partido, Reséndiz puso a Jesús Ortega a dar la cara, a conversar con una niña sobre la reforma petrolera, a fomentar el nacionalismo más trasnochado y a reunir a varios perredistas en un war room donde supuestamente debaten lo que hay que hacer con el paÃs. Primero que nada: si Jesús Ortega es cuestionable como polÃtico, como actor necesita ensayar otro rato. Más acartonados no pudieron estar él y los anuncios. Casi oÃmos a los asesores soplándole las respuestas y el guión. Una muestra de la artificialidad: el â??Centro de Análisis del PRDâ?, donde Ortega y otros destacados dirigentes debaten según el anuncio, quiere dar la impresión de un sala de juntas de una empresa muy (pero muy) ejecutiva. Las tomas, desde el ras de la mesa, pretenden mostrárnoslos como gigantes de las ideas. Los ademanes intentan transmitir aplomo y decisión. ¿Toda esta artificialidad para qué es? Mostrarnos al nuevo PRD, ese mismo que lucha por una nueva identidad.
Ya no pensemos en el dinero que se invierte, ya no pensemos en la basura auditiva y visual que generan, ya no pensemos en lo mediocre que hacen ver a la polÃtica. Ya no pensemos en todo lo que se podrÃa hacer con esa inversión si los polÃticos hubieran salido a las calles en lugar de asaltar a los ciudadanos por la tele. Lo del PRD es sólo un botón, pues los del PAN o el PRI, o el PT y Convergencia, dejan el mismo sabor de boca: nos están engañando desde hace rato