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Elecciones 2009

La OPINION de Marco Provencio

Sucedió alguna tarde de abril en el ya lejano año 2000. Un pequeño grupo de empresarios me hizo una visita de cortesía a Los Pinos. Su propósito era comentar una campaña publicitaria que querían implementar orientada a promover el voto durante la elección presidencial. Se acompañaban de algún director de agencia publicitaria renombrada, de estas personas con aire de autosuficiencia que dicen saber cómo mover las fibras íntimas de los ciudadanos, despertar su conciencia cívica y por tanto promover el voto.

Recuerdo en particular un proyecto de anuncio en blanco y negro. Un joven caminaba pensativo por una ciudad perdida, entre montañas de basura, perros hambrientos y drenajes abiertos. Vamos, casi había que taparse la nariz por el olor a podredumbre, a desesperanza que emitía el anuncio. Una voz en off decía simplemente algo así como â??si no quieres que las cosas sigan así, vota este 2 de julioâ?. Este anuncio y otro par más por el estilo serían patrocinados por ese grupo de empresarios, evidentemente comprometidos sólo con la democracia. Faltaba más.

La reunión fue breve. Agradecí la visita señalando también que era innecesaria. Los señores podían patrocinar todo aquello que la ley les permitiera y sus bolsillos toleraran. Ahora bien, ya que habían sido tan amables de compartir su proyecto y las ideas de su publicista, no estaría de más que escucharan una tercera opinión. Una democracia no debiera permitir ni autoridades haciendo campañas electorales encubiertas ni grupos de ciudadanos promoviendo el voto en un sentido u otro bajo la fachada de campañas de concientización ciudadana. Ellos, seguramente, no estarían pensando en patrocinar un anuncio que mostrara una serie de logros sociales y en el cual una voz en off dijera algo así como â??si no quieres perder estas cosas, vota este 2 de julioâ?. Ni de forma personal podría darles un aliento a su proyecto.

Creo que los anuncios se quedaron â??enlatadosâ?, lo que a final de cuentas no ha de haber molestado en demasía a aquellas visitas dado el resultado de la jornada electoral.

Pero los tiempos cambian. Ahora, por ejemplo, el Instituto Federal Electoral, la misma autoridad encargada de cuidar las modales y las buenas costumbres y evitar que los partidos políticos y los candidatos se digan en sus campañas lo que en el resto del mundo todos los demás se dicen como parte del proceso democrático, esa misma autoridad tiene un intenso ejercicio publicitario al aire, algunos de cuyos anuncios son falaces, una vergüenza y debieran ser retirados ya.

Porque una cosa es promover la credencialización (con todo y el fiasco del â??¡si-es ce-ro-tres, re-nue-va!â?) y la asistencia a las urnas, o reiterar la secrecía del voto y los valores de la democracia, o la importancia de la participación de las mujeres y de la equidad de género â??todo lo cual está fuera de cualquier duda y debiera hacerse con ingenio e intensidadâ?? y otra cosa es que una institución pública, financiada con el dinero de los contribuyentes de la cual no se espera sino el más ético actuar en todos sus procedimientos, se deje llevar por las opiniones personales de quien sea (su consejero presidente o su director de comunicación o su publicista o su grupo de enfoque) y salpique de juicios de valor sus campañas publicitarias.

¿Realmente creen los señores del IFE que la actitud de nuestros mayores era la de â??¿votarâ?? ¿Votar para qué si todo va a seguir igual?â?. ¿Realmente creen que antes â??el abueloâ? les decía a todos por quién votar y que éstos eran, por lo tanto, una bola de inútiles que por arte de magia han dejado de serlo? Aun suponiendo sin conceder que ello fuera el caso, ¿es el papel de una institución como el IFE hacer una campaña publicitaria al respecto? ¿Comparar un supuesto presente de libertades contra la esclavitud electoral del pasado? Mi tía Cleta y su generación de amigas no pueden con su enojo; se sienten ofendidas, más aún con aquellos anuncios que hacen ver a las mujeres como un cero a la izquierda en la construcción del país hasta hace poco. Si viviera, mi padre no bajaría de presuntuosos a los â??señoritos del actual IFEâ? (ésa era una expresión muy suya), ignorantes de los sacrificios de su generación y de muchas otras para construir el país y las instituciones que tenemos, el IFE entre ellas.

Pero no se crea que se trata sólo de una crítica al pasado. â??¿Tú crees que nada puede cambiar? Eso de estar esperando a ver quién cambia las cosasâ?¦ participa y demuestra que el país puede cambiarâ?¦â?. ¿Acaso la campaña publicitaria del IFE ha sido la nueva arena de disputa de las afinidades partidistas de varios de los consejeros?

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