Creyó Vazquez Mota que su tarea era contener a la más poderosa de México; ponerle un hasta aquÃ
al clientelismo del sindicato magisterial.
A finales de 2008, la secretaria de Educación Pública le entregó un regalo al presidente de la comisión del ramo en San Lázaro, el diputado perredista Tonatiuh Bravo Padilla: el llavero de una Hummer. Tronaron las carcajadas.
Disfrutada por la autora y el destinatario, la broma era eco del mayor repudio hacia Elba Esther Gordillo por el reparto de una docena de esas camionetas a sus fieles del SNTE. De manera que Josefina Vázquez Mota y la oposición en el Congreso tenÃan algo común qué celebrar: el escarnio social sobre la villana favorita del sexenio que era exhibida en sus usos y costumbres.
Más allá del chiste local entre una integrante del gabinete panista y un legislador perredista, la anécdota del llavero muestra hasta dónde se equivocó la ex titular de la SEP en su encomienda presidencial.
Creyó Josefina â??y quizá en ello avanzó como ningún priista avezado lo hizoâ??que su tarea era contener a la más poderosa de México; ponerle un hasta aquà al clientelismo del sindicato magisterial y aprovechar la firma de la Alianza por la Educación para restarle márgenes a la institucionalizada discrecionalidad con la que el SNTE viene determinando la enseñanza básica.
Aunque muchos entendieron, y bien, que aquel acuerdo entre el gremio y el gobierno no era más que la puesta en escena de una alianza personal del presidente Felipe Calderón con la profesora Gordillo, la secretaria Vázquez Mota pretendió jugar en grande y probar sus capacidades de operadora frente a la maestra de maestras en el tablero de las fichas polÃticas.
Pese a la incredulidad de quienes partieron del prejuicio de que Josefina era un tÃtere, ella trazó con audacia e ingenuidad su propia ruta. Y, con los papeles firmados, intentó presionar a la lideresa en el cumplimiento de un principio básico en toda estructura académica y que, a nivel de retórica, se registró en la Alianza: el mérito de los maestros debe probarse.
Entrenada en la grilla con los gobernadores en tiempos de Vicente Fox, desde la Sedesol, Josefina tuvo con Elba Esther una relación de altibajos, a veces personal, Ãntima â??de verse en San Diego, donde la sindicalista resideâ??; otras ocasiones fue de montaje, en actos públicos, con el presidente Calderón como árbitro. Pero principalmente fue un trato de mensajes cifrados, un juego de vencidas que hace una semana quedó a favor de la propietaria de Nueva Alianza.
Fue en ese juego que la ex secretaria logró golpear a la lideresa: desde la broma del llavero hasta el uso de los medios para decretar la muerte del reparto de plazas en la SEP, pasando por hacerse cercana al ex incondicional de la maestra, Francisco Yáñez, ex director de la LoterÃa Nacional.
Fueron esos golpes los que desataron la furia de Elba Esther, quien procedió a reclamar en Los Pinos la remoción de Yánez, misma que le fue concedida desde diciembre. Pero el sentimiento de traicionada persistÃa en Gordillo se dio cuenta que el papel firmado como Alianza iba a descobijarla si adquirÃa una pálida vigencia.
Y algo peor: su yerno, Fernando González, cada vez era más ninguneado por la secretaria y su equipo, que lo veÃan como â??el subsecretario incómodoâ?. Eso le podÃa mucho a la maestra. Y decidió emprender, una vez más, con carácter de definitividad estratégica, una táctica que le habÃa redituado con Juan Camilo Mouriño en Bucareli: desconocer a la titular de la SEP como su interlocutora.
Con ese propósito inició 2009 la mujer que desde hace 20 años es jefa de los tinglados del sindicato más numeroso de América Latina y que en ese trayecto logró doblegar al mismÃsimo Ernesto Zedillo y a Manuel Bartlett.
Esta vez tenÃa a su favor algo que le admiran quienes la conocen en la puja: el manejo del tiempo polÃtico.
Asà que, considerando los cálculos electorales que el gobierno federal cuida en la antesala de su referéndum legislativo, tocó las puertas de Hacienda y Gobernación. Y se las abrieron. Aunque las recientes negociaciones se terminaron de afinar en la SEP, Elba Esther exigió que la foto se tomara en Bucareli.
Y Josefina perdió porque se sumaron en un solo momento las tres causas de su salida. Una: sin pertenecer al primer cÃrculo calderonista, seguÃa con la mayor popularidad del gabinete. Dos: la dueña del SNTE exigÃa su cabeza. Y tres: la famélica caballada blanquiazul necesitaba una carta fuerte para la campaña.
Por eso temblaba en su despedida. Porque la sacrificaron. ¿Ha vivido usted ese descontrol del cuerpo? Lo que sé por experiencia, propia y colectiva, es que sólo ocurre cuando una tiene que afrontar públicamente el rechazo. O, más grave: el desdén, el desprecio, el reemplazo.
Y ese quizá fue el mayor error de la ex secretaria: haber actuado sin considerar que, a la hora de la verdad, se impondrÃa el rechazo del primer cÃrculo calderonista.
La desconfianza â??antÃtesis del valor polÃtico, personal y humano más importante de la vidaâ?? la persiguió siempre. DecÃan los del fuego amigo, en tiempos de transición, que se iba a la SEP porque era igualmente corrupta que la lideresa magisterial.
Paradójicamente, Josefina cosechó credibilidad por no convertirse en aliada de la gran aliada. Y a unos pasos de los reflectores que tanto le gustan y tan bien maneja, podemos aventurar la idea de que ganó perdiendo.
A ella que siempre le pedÃan ponerse las pilas y que en los funerales de Mouriño padeció el señalamiento de Calderón de que el arreglo en Morelos era obra del desaparecido campechano, ahora la han despedido con fanfarrias y presidenciales: que si talentosa, generosa, creativa, lÃder. Y, lo mejor: elemento clave del triunfo presidencial y del proyecto de gobierno. Claro que las palabras vuelan, pero ahà están.
Y para colmo de males de quienes quisieran pisarle los talones, los activos de Josefina crecerán en las encuestas, en el juicio de aquellos que condicionan la democracia al fin del monopolio sindical, en las simpatÃas de los más crÃticos lÃderes de opinión que ya la ven como vÃctima de los pactos del poder, en la percepción del panismo militante y cupular que la adoptará cuando aumenten los votos a favor, mientras los delfines, pequeños todos aún, seguirán intentando sus pininos de lucimiento