Al comienzo fueron 5.500. En febrero del año pasado ya eran 43.000. Ahora son 64.500. Y en otoño serán 68.000. El número de soldados de la OTAN en Afganistán se ha multiplicado por más de diez en los últimos seis años.
De cara a las elecciones presidenciales del 20 de agosto la cifra es mayor que nunca, debido también a los refuerzos adicionales. Aun así, no hay una victoria a la vista de las tropas internacionales de la ISAF sobre los islamistas radicales talibanes.
Por lo contrario, en los últimos meses y semanas previos a los comicios, los soldados de la OTAN fueron más que nunca blanco del fuego talibán, pese a llevar a cabo una ofensiva propia. Se produjeron hasta 400 ataques semanales. Desde 2001 fueron abatidos más de 1.000 soldados de la OTAN.
Anders Fogh Rasmussen, de 56 años, nuevo secretario general de la OTAN desde el 1 de agosto, en su quinto día en el cargo ya viajó a Afganistán. El danés dice lo que siempre había afirmado su antecesor, Jaap de Hoop Scheffer: “Respaldaremos al pueblo afgano el tiempo que haga falta”. Y subrayó: “Repito, el tiempo que haga falta”.
“No soy partidario de fijar una fecha”, continuó Rasmussen. “Un éxito sería poder traspasar a los propios afganos la responsabilidad de su seguridad”. La reconstrucción civil, bajo protección de los militares, debería avanzar con mayor rapidez, sostuvo.
Las elecciones presidenciales son para la OTAN tan importantes porque la alianza necesita una dirección política legitimada, estructuras democráticas y sobre todo fuerzas de seguridad eficaces en Afganistán para poder calificar de éxito la misión de la ISAF y poder retirarse así con la cabeza erguida.
La OTAN quiere relegarse a un plano secundario durante los comicios, para no despertar la impresión de que lleva la voz cantante. Cuando se trata de cuestiones de seguridad durante las elecciones, la policía afgana se sitúa en primer plano, señala un portavoz de la OTAN. En un segundo plano el Ejército afgano, que ya cuenta con más de 92.000 de los 134.000 efectivos previstos.
La ISAF se queda en un tercer lugar. Aunque ha recibido alrededor de 3.000 soldados adicionales (no hay cifras exactas de la OTAN), exclusivamente para asegurar la cita con las urnas, por motivos políticos quiere dar preferencia a los afganos en las operaciones.
La Unión Europea (UE) gastó 35 millones de euros (49,2 millones de dólares) en la organización de los comicios y mandó 120 observadores electorales a Afganistán. Porque, según un portavoz de la UE, “las elecciones son decisivas para el futuro de Afganistán”.
Estos observadores recibirán protección de la ISAF. El grupo liderado por la OTAN se encargará del transporte y la atención médica a los observadores en el país, y “en caso necesario los respaldará”. De acuerdo con un portavoz de la OTAN, eso significa que “si tienen problemas, nosotros estaremos ahí”. Aunque no quiso concretar más.
Militares de la OTAN esperan que la actividad de los talibanes disminuya después de las elecciones presidenciales. Aunque no quieren confiarse. Por eso la alianza prepara para el otoño (boreal) nuevas ofensivas, para evitar la presencia duradera talibán sobre todo en el sur y este del país.
También en el norte, donde están estacionados soldados alemanes y que en su día era considerada una zona tranquila, han aumentado los ataques peligrosos. Pese al considerable refuerzo del compromiso estadounidense con Afganistán, impulsado por el presidente Barack Obama, la presión de Washington sobre sus aliados europeos para que también aumenten su implicación en la zona sólo remitió de cara al público.
Tras bambalinas, el secretario de Defensa Robert Gates llamó recientemente a sus socios de la OTAN a poner en práctica sus promesas de solidaridad