Las bolsas chinas volvieron a derrumbarse este lunes, tras el desplome sufrido la semana pasada que afectó a todos los mercados mundiales en medio de crecientes temores sobre la segunda economía del planeta.
La Bolsa de Shanghái, la mayor del país, cerró con una caída de 5,33%, con el índice compuesto cayendo 169,71 puntos a 3.016,70 unidades. La de Shenzhen, la segunda plaza más importante de China, cerró en baja de 6,60% a 1.848,10 puntos.
Shanghái ya perdió cerca del 10% la semana pasada, en un clima de pánico que recordó el ‘crack’ bursátil chino del verano boreal de 2015. La onda expansiva de esta caída afectó a los mercados mundiales.
Aunque las bolsas de China continental están bastante desconectadas del resto del mundo debido a las drásticas restricciones y a los controles del flujo de capitales, las finanzas planetarias sí asisten con inquietud a las cada vez más nítidas señales de debilitamiento de la economía del gigante asiático.
Y pese a que la Bolsa de Shanghái no sea el fiel reflejo de la coyuntura, los inversores chinos -y los pequeños compradores de acciones- se alarman por la clara ralentización del crecimiento económico del país.
Además, dudan de la capacidad de las autoridades para reactivar la economía, pese a múltiples planes de apoyo y reiteradas medidas de flexibilización monetaria.
Como ya ocurriera con otras intervenciones gubernamentales precedentes, la aplicación la semana pasada de un “cortocircuito” (interrupción automática de las sesiones bursátiles en caso de fuerte caída) se reveló contraproducente, y sólo consiguió exacerbar la angustia general.
El mecanismo -aplicado dos veces cuando ambas bolsas caían en torno a 7%- fue finalmente suspendido el viernes, provocando una temporal recuperación de las bolsas.