Las mujeres de Los Zetas. En la época en que la organización criminal de Los Zetas era protegida por funcionarios de la administración de Humberto Moreira y mandos del Ejército, más de 20 mujeres desaparecieron en el norte de Coahuila.
Actualmente la Procuraduría de esa entidad investiga si esas víctimas fueron incineradas en el interior del Cereso de Piedras Negras o en un rancho del municipio de Morelos.
Todas ellas eran jovencitas que rondaban en esos momentos entre los 17 y los 25 años y desaparecieron del municipio de Allende en octubre del 2012, después de que fueron convocadas a una fiesta que organizaba una de ellas.
Algunas fueron etiquetadas como “Las mujeres del Comandante Chaparro”, el sanguinario jefe de sicarios de la plaza de Piedras Negras. No obstante, la mayoría de ellas no estaban relacionadas con el crimen organizado y su pecado fue estar en cierto momento en un lugar equivocado.
Desde finales del 2007 Los Zetas transformaron la ciudad fronteriza de Piedras Negras en su principal bastión para el trasiego de drogas. Fueron enviados desde Tamaulipas como la vanguardia del Cártel del Golfo para tomar las principales localidades del noreste.
Como buenos militares, arribaron emulando las políticas del conquistador Alejandro Magno para tomar plazas: respetaron a los antiguos mandos locales, como la banda de Los Texas, que controlaban el tráfico de drogas y sólo los pusieron a trabajar para ellos bajo la amenaza de sometimiento o muerte.
Para intimidarlos pusieron de moda otra estrategia de terror tomada de los militares guatemaltecos conocidos como kaibiles, pues en esa época aparecieron en la frontera sur de Estados Unidos las primeras personas descuartizadas, incineradas o colgadas.
“Mi nombre es Mario Alfonso Cuéllar. Tengo 46 años. Tengo 11 años de estudios, con nivel de maestría y vengo de México”. Poncho Cuéllar declaró lo anterior como testigo protegido en el juicio que se llevó a cabo en abril del 2013 en Austin contra el empresario veracruzano Francisco Colorado Cessa y José Treviño Morales.
Cuéllar dijo al jurado que comenzó a traficar drogas desde los 18 años por la frontera de Piedras Negras para venderla en Dallas. Fue arrestado por el FBI y pasó unos años en prisión. Tras salir, en 2005, se refugió en Coahuila donde comenzó de nuevo a traficar droga.
“Los Zetas irrumpieron en Piedras Negras y comenzaron a reclutar gente para que trabajara para ellos y los que no se alineaban eran asesinados”, recordó Cuéllar. Añadió que primero tuvo contacto con Omar Treviño Morales, quien se presentó como Comandante 42.
Los Zetas convirtieron a Poncho Cuéllar jefe de plaza y responsable de cruzar por esa frontera entre 150 y 200 kilos de cocaína por mes.
El capo dijo al jurado que pagaban sobornos a funcionarios del gobierno estatal, a mandos de la Policía Federal y del Ejército para que protegieran sus actividades.
El jefe de sicarios bajo el mando de El Z-42 era David Alejandro Loreto Mejorado, Comandante Enano. Durante su reinado en la plaza de Piedras Negras se caracterizó por contar con un variado harem de bellas mujeres a las que invitaba a sus frecuentes fiestas.
Designó a una de ellas como encargada de reclutar jovencitas. Una investigación del periodista Quitzé Fernández publicada en el semanario destaca que fueron “decenas de jovencitas de entre 17 y 22 años de edad las desaparecidas”.
Entre ellas estaba Mónica Larissa Peña Ramos, quien vivía en el centro de Piedras Negras con una amiga y quien “poseía una belleza salvaje: de piel canela, cabello negro y ojos brillosos”.
A Larrisa Peña y sus amigas las apodaban El Grupo de Mónica y todas eran “veinteañeras, bellas y frágiles como un papel”.
Al grupo de Mónica se habían sumado mujeres provenientes de Múzquiz y otros municipios de la región Carbonífera así como de Villa Unión, poblado de Cinco Manantiales.
El Comandante Enano ordenó asesinarlas cuando descubrió que algunas tenían mensajes en sus celulares y fotos de miembros del Ejército. A principios de octubre del año 2012 las convocó a una de sus tradicionales fiestas que se celebraría en el municipio de Allende. Desde esa época sus familiares nunca más volvieron a saber de ellas.
La Subprocuraduría para la Investigación y Búsqueda de Personas No Localizadas de la Procuraduría General de Justicia del Coahuila tiene indicios de que fueron asesinadas en un rancho del municipio de Morelos, poblado vecino de Allende.
No obstante, también investiga si se encuentran entre las más de 150 víctimas que fueron introducidas al Cereso de Piedras Negras, donde pudieron ser incineradas en los improvisados hornos donde desaparecían los cuerpos.
El Centro Diocesano para los Derechos Humanos Fray Juan de Larios, AC tiene registradas 58 mujeres desaparecidas en Coahuila entre los años 2004 y 2014. Pero el grupo de Mónica no se encuentra en esas estadísticas.