Los hispanos ocupan una razonable cuota de poder en el gobierno de Barack Obama y el nivel de aprobación del presidente sigue siendo muy elevado tras un año en el cargo, pero la crisis económica y la reforma migratoria pendiente amenazan con ensombrecer ese balance. A finales de 2009, Obama había propuesto a 49 hispanos en puestos de alta responsabilidad en su gobierno, de los cuales 35 fueron aprobados por el Senado, en comparación con los 34 bajo George W. Bush y 30 bajo Bill Clinton, según datos de la Casa Blanca.
En el gabinete de Obama hay dos secretarios latinos, Hilda Solís (Trabajo) y Ken Salazar (Interior). Durante la presidencia del republicano Ronald Reagan (1981-1989) llegaron a ser tres, pero al inicio de su presidencia, Obama consiguió algo realmente histórico: lograr que entrara en la Corte Suprema por primera vez una juez hispana, Sonia Sotomayor.
El propio Obama llegó a confesar luego que era la decisión que más le llenaba de orgullo, ante una durísima oposición republicana que no le dio tregua en ningún frente. Nunca antes la comunidad hispana en Estados Unidos se movilizó tanto en favor de un presidente en unas elecciones: cerca del 67% de los hispanos que acudieron a las urnas (10 millones, cifra récord de participación) votaron por Obama.
Un año después, el nivel de popularidad de Obama entre los hispanos, la principal minoría en el país (unos 46 millones) sigue siendo muy alto. Un 73% aprueba la gestión del primer presidente negro estadounidense, en comparación con apenas un 49% de aprobación entre la población a nivel general, según Gallup. Pero la crisis pesa: los hispanos cerraron 2009 con una tasa de desempleo del 12,9%, casi tres puntos porcentuales por encima de la media del país. Algunos estudios calculan que cerca de medio millón perdieron sus casas en el naufragio inmobiliario.
Las organizaciones de presión como La Raza exigen políticas particulares para la minoría hispana. “Los trabajadores latinos y los de otras minorías han estado haciendo todo lo que pueden para encontrar un trabajo”, expresó recientemente la presidenta de La Raza, Janet Murguía, “pero si el gobierno no hace su parte, el desempleo continuará plagando nuestras comunidades”.
“¿En qué se traduce que haya más latinos en posiciones de poder?” se pregunta Arnoldo Torres, consultor y analista político independiente. Aunque el gobierno ha promovido acciones específicas para la comunidad, como ayudas en el sector de la construcción, sus responsables insisten en que deben ofrecer las mismas soluciones a los hispanos que al resto de la población.
Esa fue la intención del paquete de estímulo económico aprobado a principios de la presidencia, y también de la ambiciosa reforma sanitaria.
Pero esa reforma sanitaria, aún a debate en el Senado, no incluirá con toda probabilidad a los 12 millones de indocumentados, lo que empieza a despertar irritación en organizaciones y líderes de la comunidad. Es en el Congreso donde la suerte política de Obama en la comunidad hispana puede decantarse hacia el desencanto.
Los demócratas dominan de forma histórica ambas cámaras del Congreso, pero la reforma migratoria aparece cada vez como menos prioritaria. Obama dijo que quería que se presentara alguna iniciativa en el primer año de gestión, pero ese plazo no se ha cumplido, a excepción de un proyecto de ley presentado por el representante demócrata Luis Gutiérrez.
“Dependemos de una sola persona para resolver nuestros problemas. Tenemos que ser más prácticos”, critica Torres en referencia a las esperanzas de reforma migratoria de la comunidad, que ya fueron derrotadas en dos ocasiones, en 2006 y 2007.