La renuncia del pontífice, la primera la de Celestino V en 1294, abre la vía a la celebración del cónclave para elegir a un nuevo papa, que podría empezar en la segunda semana de marzo si todos los cardenales están ya en Roma.
Entre los nombres que más suenan figuran el de los cardenales brasileños Claudio Hummes o Joao Braz de Aviz, así como el del filipino Luis Antonio Tagle o el del canadiense Marc Ouellet, un gran conocedor de América latina.
La decisión de Benedicto XVI marca un precedente en la historia de la Iglesia Católica, que cuenta con 1.100 millones de fieles en todo el mundo.
Entre los temas que el próximo Papa tendrá sobre la mesa figuran la difusión del mensaje católico más allá de la congregación de fieles, la modernización de la institución y la respuesta a las acusaciones de corrupción y de encubrimiento de curas pedófilos.
La renuncia papal dio paso a cuestionamientos hasta ayer inimaginables.
El jefe de la Iglesia Católica australiana, el cardenal George Pell, que participará en el cónclave, afirmó que Benedicto XVI es un “profesor brillante”, aunque consideró que “el gobierno no era su fuerte”, en declaraciones difundidas este jueves.
Benedicto XVI se despidió el miércoles de los fieles en una multitudinaria audiencia en la plaza de San Pedro, donde confesó haber vivido días agitados durante su papado, aunque dijo que la iglesia sigue “viva” y que Dios no la dejará “hundirse”.
Durante esta inédita despedida papal transmitida en directo por televisión, el jefe de la Iglesia católica explicó que “no abandona la cruz”, una respuesta al desconcierto y a las críticas que ha suscitado su gesto entre algunos católicos.