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Si usted piensa que me refiero a las grandes diferencias entre el proyecto de la 4T y el de la oposición, esta vez me refiero a otro… a los dos que están dentro de la 4T. Si usted cree que el proyecto de Claudia Sheinbaum será una copia del de Andrés Manuel López Obrador, seguramente no ha analizado este asunto a fondo.

El gobierno actual se ha caracterizado por impulsar la consolidación de los sueños políticos personales de nuestro presidente, que nacen de sus ideas acumuladas a lo largo de poco más de 40 años, e impuestas ahora desde la presidencia de la república voluntariosamente al país.

Es un proyecto que nace en la visión echeverrista de hace cuatro décadas. No trae una ideología clara, sino los caprichos personales impuestos desde el poder y convertidos hoy en políticas públicas. Lo que podría venir a partir de Claudia Sheinbaum es una nueva versión de políticas públicas de corte socialista cargadas de ideología.

En el actual gobierno están incrustados personajes de izquierda radical como el subsecretario de educación superior Luciano Concheiro, quien en eventos ha declarado: “Debemos proponernos el comunismo como sociedad emancipada de toda explotación del ser humano”. Sin embargo, en este sexenio no han tenido la oportunidad consolidar su visión ideológica.

Es precisamente en la SEP donde se gesta en este sexenio esta visión de izquierda, plasmada por otros dos funcionarios muy cercanos a la casa presidencial, Marx Arriaga y el venezolano, —ex funcionario del gobierno de Nicolás Maduro—, Sady Loaiza. Ambos son artífices de los nuevos libros de texto gratuitos, que pretenden rescatar la trasnochada “lucha de clases”.

Sin embargo, el nuevo perfil de funcionarios que vendrían con la candidata Sheinbaum seguramente tendrán un tipo más intelectual y muchos de ellos, con formación académica de posgrado, lo que les da cercanía con ideologías de fuerte contenido socialista. En cambio, los de hoy, pragmáticos y sin ideología, son proclives a la negociación y a los vicios del poder.

Es evidente que en este sexenio no hemos logrado ver instrumentadas políticas socialistas radicales. Además, la economía se ha mantenido sólida sobre las bases de políticas económicas de tipo neoliberal en un contexto internacional que ha favorecido a nuestro país, lo cual ha generado estabilidad.

Este gobierno, -más allá de la utilización de una narrativa retórica-, no ha emprendido cambios radicales. Sin embargo, eso no significa que de llegar a la presidencia Claudia Sheinbaum -rodeada del sector duro de su partido y funcionarios con un perfil fundamentalista y fuerte motivación ideológica-, no emprendan acciones drásticas.

Lo que México necesita no es un proyecto trasnochado y maquillado como el de la 4T, sino uno nuevo de principio a fin, sin ideología. La ideología es una camisa de fuerza que termina ajustando todo a las políticas impuestas desde otros países de izquierda, como el Foro de Sao Paulo o Grupo Puebla, donde participan las dictaduras más longevas de nuestro continente, como son Cuba y Venezuela, a las cuales este gobierno ha estado apoyando con víveres y petróleo mientras niega ayuda a los damnificados del Estado de Guerrero y específicamente, de Acapulco. Necesitamos un proyecto de nación “Hecho en México”, para las necesidades y circunstancias de este país.

Defender nuestra democracia es fundamental para garantizar la alternancia partidista. Porque ya lo decía el subsecretario Concheiro: México necesita transitar de la democracia al comunismo, y este es precisamente el riesgo que se asoma en el 2024. El reto de hoy es definir cuál es el modelo de país que queremos heredar a las nuevas generaciones de mexicanos.

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