Silla Zelia, una joven de 23 años procedente de Costa de Marfil, está atrapada en el centro de inmigrantes más grande de Italia sin ningún lugar a donde ir después de que su solicitud de asilo fuera rechazada dos veces y de perder el contacto con su familia en Abiyán.
“Uno puede quedarse atrapado aquí dos años, tres años”, explicó desde el lugar, una antigua residencia de la Marina estadounidense en el corazón de Sicilia. “No es fácil”.
Tras hacer la traicionera travesía a Italia, los aspirantes a refugiados como Zelia se enfrentan a otra dura prueba, tratar de convencer a escépticos países europeos de que se merecen el asilo. Pero el codiciado estatus de refugiado suele reservarse a los que huyen de la guerra y la persecución, mientras que muchos de los migrantes del África subsahariana huyen de la pobreza.
Los rechazados suelen quedarse en Italia como “irregulares”, viviendo en los márgenes de la sociedad, explicó Flavio Di Giacomo, de la Organización Internacional para la Migración.
“Terminarán trabajando en el campo, en el sector agrícola, recogiendo tomates, naranjas”, dijo.
Italia ha visto dispararse las solicitudes de asilo en el último año, y se espera que crezcan aún más ante la oleada sin precedentes de personas que llegan a sus costas. El gobierno de Roma trabaja para redoblar sus mecanismos de respuesta, tras verse presionada para que los procese y les tome las huellas como requieren las normas de la Unión Europea, en lugar de dejar que se abran paso hacia el norte de Europa.
Italia concedió el año pasado 20.000 solicitudes de asilo y rechazó unas 15.000 de personas que las solicitaban por primera vez, según las estadísticas de la Unión Europea. Ésa es una tasa de aprobación relativamente alta, dado que en la UE se rechazan en torno a la mitad de las solicitudes totales.
Pero Italia se enfrenta a ahora a una cantidad inaudita de aspirantes, con casi 65.000 nuevas solicitudes el año pasado. No es inusual que los solicitantes esperen un año a una decisión. Si apelan, el proceso se alarga más.
Los únicos países de la UE con cifras mayores de aceptación son Alemania y Suecia, que ya acogen una gran población inmigrante.
En febrero de este año había 67.000 personas en los centros de inmigrantes italianos, señaló el Ministerio italiano del Interior, y en torno a una quinta parte están en Sicilia.
“Todos están al límite, de hecho se han sobrepasado mucho más allá de sus límites”, dijo Enos Nolli, un voluntario que trabaja con migrantes.
Mineo, situada entre los naranjales del centro y el sur de Sicilia, es el centro más grande del país con unas 3.200 personas de 30 países, la mayoría procedentes del África subsahariana.
Algunos de los sobrevivientes del naufragio esta semana en el que murieron hasta 800 personas están en este complejo. Allí vive Zelia desde 2013, cuando cruzó el Mediterráneo en un barco abarrotado de migrantes.
Construido en un principio para alojar a personal de la Marina estadounidense y sus familias, el centro se parece a un suburbio estadounidense, con cuidados jardines y calles limpias flanqueadas por cientos de casas.
Hay hombres por todas partes, montando en bicicleta y jugando al fútbol en un gran campo de tierra.
Las mujeres son más difíciles de encontrar. Zelia dijo que se quedan dentro, volviéndose locas porque no hay nada que hacer.
“No hay buena comida que tomar”, dijo. “No tengo nada que ponerme”.
Irse a casa no es una opción.
“En el lugar del que vengo, la vida no es fácil; mi barrio tiene grandes problemas, mi casa está en ruinas, todo en ruinas”, señaló.
A los migrantes se les permite salir del recinto, pero deben regresar en dos días. Incluso fuera de sus puertas, no hay mucho que Zelia pueda hacer sin ingresos. La joven señaló a sus sandalias y sus calcetines de renos, explicando que era lo único que podía permitirse.
Además de comida y alojamiento, los inmigrantes reciben una asignación diaria de cigarrillos o crédito para tarjetas telefónicas por valor de 2,5 euros (2,67 dólares). Lo intercambian entre ellos para conseguir efectivo.
Los grupos más grandes de solicitantes de asilo proceden de Mali, Nigeria y Gambia, según Naciones Unidas. Los sirios y eritreos tienden a no buscar asilo en Italia, aunque se supone que deben hacerlo en el primer país de la UE al que llegan, según las normas del bloque de 28 estados.
Muchos simplemente se niegan a identificarse ante las autoridades italianas para continuar su viaje y pedir asilo en el norte de Europa, dijo Mikael Ribbenvik, subdirector de la autoridad de inmigración sueca.
Suecia y otros países de la UE presionan a Italia para que tome las huellas de los que llegan para que haya un registro de que entraron por Italia.
“Si usted llega a un aeropuerto y se niega a identificarse, no se le permitirá entrar”, explicó. “En las playas de Sicilia se aplica el mismo principio”.
Sin embargo, Ribbenvik admitió que Italia se enfrenta a un enorme desafío, con miles de personas que llegan cada semana a sus costas.
Muchos de los que esperan una decisión en Mineo trabajan en granjas cercanas, aunque sea para que el tiempo se les pase más rápido. Collins, un nigeriano de 28 años que sólo quiso dar su nombre de pila, dijo que le ayuda a mantenerse alegre aunque sólo gane 10 euros (11 dólares) por un día de duro trabajo recogiendo naranjas o tomates.
“Estar en un sitio, no hacer nada, usted comprenderá, es estresante”, dijo. “Uno piensa, piensa, piensa”.