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Los republicanos están mostrando algo único en la campaña presidencial para las elecciones de 2016: la capacidad de hablar a los estadounidenses en dos idiomas, inglés y español.
Los demócratas no pueden igualar eso. Y candidatos previos del Partido Republicano tampoco lo han hecho.
Pero ahora paradójicamente, el partido que está enfrentado con muchos votantes hispanos por el tema migratorio es el mismo que tiene serios aspirantes presidenciales que están echando mano de su idioma.
Todavía queda ver cuánto de su castellano utilizarán en la campaña Jeb Bush y Marco Rubio. El segundo pronunció algunas palabras al anunciar su campaña citando a su abuelo cubano, un agregado menor aunque notable en un discurso que buscaba ser escuchado por todos, no sólo una multitud hispana.
Bush condimentó en español las declaraciones que hizo el martes en Puerto Rico, ganándose un generoso aplauso y logrando una obvia conexión cultural con muchos en la audiencia. En casa, Bush habla español con su esposa Columba, quien nació en México, y con cualquier persona que se le acerque y le hable en ese idioma.
Incluso una modesta cantidad de español será más de lo que se ha escuchado en campañas presidenciales previas.
El presidente George W. Bush rara vez utilizaba el castellano que aprendió en la escuela, y cuando lo hizo, parecía algo simbólico, no una conversación real. Tampoco son expertos el presidente Barack Obama y la aspirante demócrata Hillary Rodham Clinton, quienes rara vez dicen algunas líneas.
El bilingüismo es un truco utilizado en la política y se puede estar seguro de que las campañas de Rubio y Bush realizan cálculos cuidadosos sobre cómo y cuándo presumirlo.
Tanto el ex gobernador como el senador por Florida han hablado español libremente en actos políticos en el estado y otros escenarios. Pero esta es una campaña nacional por el cargo político más importante.
Por una parte, los republicanos quieren ganarse a los votantes hispanos, pero por otra, no quieren incomodar a los partidarios tradicionales que sólo quieren inglés, ya sea porque están preocupados con el tema migratorio, porque son nativos o por simple tradición cultural.
Otro aspirante presidencial republicano, el senador de Texas Ted Cruz, prácticamente ya perdió el idioma de su padre cubano y hay pocas probabilidades de que lo muestra. Él mismo ha dicho que su español es “asqueroso”. Otro aspirante, el ex gobernador de Texas Rick Perry, tampoco lo habla.
Nadie cree que hablar español es un boleto para ganar votos fáciles entre los hispanos, sin embargo es una señal de respeto, dice Bob Quasius, fundador de Café Con Leche Republicanos, que busca que el Partido Republicano sea más incluyente con los latinos. “Aunque su español no sea tan bueno, es bienvenido”.
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