Los últimos resultados arrojan que viven en el polo turístico más importante de México, Cancún, 220 mil 78 personas dentro de los niveles más altos de marginalidad; 213 mil 33 en la parte media, sobre una población total de 670 mil 858 habitantes. Sólo 237 mil 747 ciudadanos viven en las zonas de confort con baja o nula marginalidad.
Cuando los números dejan de ser una abstracción para ser los rostros los que evidencian las estadísticas, aparece Manuel de Jesús Padilla a un costado de un asentamiento rodeado de fraccionamientos recién estrenados. Con 65 años todavía tiene fuerzas para seguir haciendo avanzar su triciclo en medio de la pobreza que rodea al destino turístico de hoteles cinco diamantes. Llegó hace 20 años con la esperanza de una mejor vida y vive en la Región 103 en un asentamiento irregular donde el agua y el tendido eléctrico oficial todavía son un sueño.
El predio sobre la avenida Talleres se denomina La Jungla y es presa cada campaña electoral de los apetitos políticos, más no de las respuestas concretas de ningún gobierno. No es casual que muchas de las endebles palapas de madera estén tapizadas de mantas de las pasadas elecciones, cuyos rostros sonrientes revisten la miseria que no cede.
“Aquí cerca no hay escuela, pero lo que más queremos es agua”, suplica, y agrega que además están colgados de la luz desde hace cinco años cuando el monte dejó de serlo para dar paso al nuevo asentamiento humano. “De alguna forma Dios no nos abandona”, culmina para seguir empujando su medio de transporte y medio de vida.
Acuden a Dios por ayuda.
Mientras unos gobiernos promueven las invasiones, otros las utilizan políticamente una vez instaladas en tierras ajenas, otros les niegan los servicios -porque conforme a la Ley la invasión es un delito que amerita cárcel-, los marginados acuden a las iglesias en busca de mitigar el hambre, la soledad y el desamparo familiar.
La Catedral de Cancún, erigida en el llamado Ombligo Verde de la Ciudad, es parámetro de la compleja situación que atraviesan miles de ciudadanos, en una ciudad que crece vertiginosamente y que genera el 40 por ciento de las divisas por turismo a México. El padre Luis Octavio Jacobo Cortés, canciller de la Prelatura y rector de la Catedral de Cancún, confirma que entre 15 y 20 personas llegan cada día al centro religioso por ayuda. Buscan un apoyo o simplemente comer, pasar el día. El religioso explica que la ayuda que puede dar la iglesia es a través de las parroquias que son circunscripciones territoriales desplegadas en todo Cancún. “En el acercamiento de los sacerdotes con los fieles es más fuerte en Tierra Maya y la Salida a Leona Vicario, que son zonas marginales, muchas de ellas sin servicios, apenas con alguno. Pero todos los días hay personas que llegan a solicitar apoyo económico o en especie, todos los días”, confirma Jacobo Cortés.
Los diferentes pedidos son canalizados a Caritas Quintana Roo que organiza las despensas y tiene diferentes albergues que se encuentran en la Ciudad de la Alegría, donde son atendidas madres solteras, enfermos de sida, ancianos y hasta niños, dado que funciona también como un orfanatorio. “Si requieres una ayuda especializada, hay abogados y es ahí donde los canalizamos. El trabajo de la iglesia es doble, hay que pescar y enseñar a pescar a la vez. Porque no podemos permitir que se muera de hambre el que viene a pedir apoyo, aunque sea poco, y canalizarlo para ayudar”, aclara.
Por intereses políticos o protagonismos, los gobiernos del estado y del municipio han instaurado una competencia de pintura de camellones, poda de árboles y jardinería (que nada mal le hacen la ciudad, todo lo contario), pero los problemas de fondo siguen haciendo que las estadísticas de Cancún y Quintana Roo brillen con índices nada honrosos; en transparencia, en exámenes de confiabilidad de corporaciones, en drogadicción, sobrepeso y un largo listado que opacan el crecimiento turístico, con beneficios para un reducido sector social.
A pocos metros del renovado camellón de Talleres, camina Guadalupe Román. Vino como muchos desde Campeche para trabajar en lo que fuera con tal de vivir en Cancún, donde las playas parecen de otro planeta. Se amarga porque lo están desalojando de un cuarto que rentó en la Región 229 porque no encuentra trabajo desde hace meses. Sin embargo, pese a su pobreza, se ocupa de su vecino Constancio Jiménez Sánchez, a quien traslada en una silla de ruedas buscando a la hija del último. “Cancún es bonito, pero las cosas son caras”, dice y reniega porque fueron al Hospital General y la atención que recibieron del Seguro Popular no fue de lo mejor. “No lo quieren atender, lo llevo y lo maltratan”, afirma y continúa la búsqueda de la menor.
El sacerdote Luis Octavio Jacobo Cortés opina que el combatir la marginalidad es una tarea de todos, solidaria. “Algunos dicen por egoísmo: estoy en mi mundo, estoy a gusto y no me interesa el otro. Pero ¿dónde quedan los marginados? Hay que hacer toda una cultura, una mentalidad y en todos los sectores. Público, privado, para logar algo conjunto, en unidad. Es decir, dar el pez y enseñar a pescar a la vez”, finaliza.
¿Qué provoca semejante abismo?: “Fundamentalmente el tema económico”; dice el sociólogo Pablo Arenas. Principalmente, el empleo mal remunerado a lo que se suma un modelo económico que no ha logrado disminuir el número de pobres y las desigualdades van en alza en todo México. “Pero no es sólo en Cancún, a nivel nacional vemos que el 70 por ciento de la población vive así”, afirma el profesional graduado en la Universidad Autónoma de México, UNAM, quien cursa actualmente una maestría en Psicología Organizacional.
“La gente que viene a Cancún piensa en posibilidades de desarrollo y dinero, pero se encuentran con que la vida es más cara y los sueldos son mal pagados”, afirma. La situación se agrava cuando muchos migrantes –nacionales y extranjeros- venden sus bienes para empezar una nueva etapa en el destino de playas y se encuentran con que el costo de vida es más alto que otros estados y que las posibilidades laborales no son las de antes, cuando nacía Cancún como potencia turística mundialmente reconocida. No son ajenos a la marginalidad los fenómenos de suicidios, alcoholismo y violencia en Quintana Roo.
De acuerdo con cifras de la Secretaría de Empleo y Productividad Laboral de Quintana Roo, existen 30 mil desempleados en este estado, de poco más de 702 mil ocupados. El delegado de La Secretaría de Trabajo y Previsión Social, Rogelio Márquez Valdivia, declaró que la desocupación no supera los 5,2 por ciento. Aunque sigue siendo una tasa que se ubica dentro de la media nacional, del 4 al 5 por ciento (último trimestre 2012), la marginalidad no es un factor de haya bajado. Todo lo contario. En 2010 casi el 33 por ciento de la población vive en índices de marginalidad muy alta o alta, mientras la vecina ciudad de Mérida para el mismo parámetro tiene el 13.2 porcentual. Es por eso que este polo turístico figura entre las primeras ciudades de todo México con mayor marginación metropolitana, cuyos primeros lugares ocupan Acapulco, Poza Rica, Oaxaca, Tuxtla Gutiérrez, Cancún y Cuernavaca. Una pesadilla dentro de ese sueño llamado Cancún.
Por Luciano Antonio Núñez / Luces del Siglo