Brasil inaugura nueva era política con Michel Temer, tras la destitución de la presidenta Dilma. El presidente interino de Brasil, Michel Temer, anunció hoy que acometerá reformas destinadas a liberalizar la economía, reducir el peso del Estado y volver a la senda del crecimiento, lo que evoca un giro liberal-conservador tras más de una década de administraciones de izquierda.
En su primer acto en el Palacio del Planalto –sede de la Presidencia- como presidente interino, Temer recibió un notable apoyo de senadores y diputados, que se desplazaron para asistir a la toma de posesión de sus dos docenas de ministros, entre los que no hay ni mujeres, ni negros.
“Reitero que es urgente pacificar la nación y unificar el país. Es urgente hacer un gobierno de salvación nacional”, dijo Temer, un abogado constitucionalista con una extensa experiencia en las altas esferas del poder brasileño.
“Pido al pueblo brasileño que me dé su colaboración para sacar al país de la crisis”, aseveró este hombre de 75 años que llega a la jefatura del Estado tras el apartamiento de Dilma Rousseff, horas antes, por un voto en el Senado que abrió el juicio político en su contra.
“El diálogo es el primer paso para enfrentar los desafíos y garantizar la retomada del crecimiento”, enfatizó.
En su primer discurso exhibió sus dotes como hombre de consenso: hizo alusión a los principales sectores económicos del país –agricultura, industria, servicios-, al Parlamento y al Judicial, al asegurar que no entorpecerá las investigaciones de corrupción en curso.
“Queremos incentivar la asociación publico privada para generar empleo. El Estado no puede hacer todo, depende del sector productivo”, explicó en una alusión a posibles privatizaciones y reducciones del gasto público. “Hay que llegar a la democracia de la eficiencia”, aseveró.
Se refirió a las complejas reformas “laborales y del sistema de pensiones” que, admitió, pueden ser “controvertidas”, en referencia a eventuales manifestaciones y protestas sociales que el Partido de los Trabajadores (PT), desde hoy en la oposición, dijo que promoverá si hay recortes sociales.
“Ninguna reforma alterará los derechos adquiridos por ciudadanos brasileños”, explicó el presidente en ejercicio.
El encargado de acometer esas reformas será Henrique Meirelles, uno de los hombres más fuertes del nuevo gobierno y que comandará las riendas de una de las mayores economías del mundo.
Al frente del Ministerio de Hacienda, este expresidente del Banco Central con Luiz Inacio Lula da Silva deberá ahora crear las condiciones para que Brasil salga de la recesión, la alta inflación y el desempleo en alza.
Temer también se refirió a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, un evento que Brasil deberá aprovechar para “recuperar el prestigio internacional”, según afirmó.
“La recuperación del prestigio del país es una tarea necesaria. Brasil estará en el centro del mundo con los Juegos Olímpicos”, explicó Temer.
“Millones de personas asistirán a los juegos. No volveremos a tener otra oportunidad como esta de atraer la atención de todos”, explicó Temer, quien también abogó por reformas en la política exterior de la mayor economía de América Latina.
La elección de José Serra como canciller, un político conservador crítico del Mercosur y de los regímenes políticos de izquierda en Bolivia y Venezuela, anticipan un acercamiento de Brasil con países occidentales.
La atmósfera en el Palacio del Planalto en la tarde era de exultación y victoria, con diputados y parlamentares de partidos conservadores visiblemente alegres por haber apartado del poder –al menos de forma temporal- al PT, que gobernaba desde hace 13 años.
A las puertas de la sede del poder Ejecutivo, sin embargo, se produjo una protesta cuando un grupo de unas 50 mujeres manifestantes intentaron ocupar las dependencias del Palacio del Planalto y tuvieron que ser expulsadas por las fuerzas de seguridad.
La ausencia de mujeres en el gobierno de Temer –los 23 ministerios fueron asumidos por hombres- y de negros o de minorías étnicas causó las primeras críticas al nuevo Ejecutivo.