Un estudio científico divulgado el viernes desmintió la teoría histórica comúnmente aceptada sobre el paradero del cuerpo de Federico García Lorca y envolvió en un halo de misterio la muerte del poeta español. Hasta ahora, los historiadores creían mayoritariamente que Lorca fue fusilado en 1936 por las tropas del general Francisco Franco y enterrado junto a otras tres personas en una fosa común en Alfacar, cerca de su Granada natal.
Después de dos meses de minucioso y exhaustivo trabajo arqueológico en la zona, el gobierno regional de Andalucía reconoció que en el parque de Alfacar no hay nada: ni un solo resto humano, ni ropa ni siquiera un casquillo de bala. “Hemos situado la historia con los argumentos de la ciencia y no de la especulación”, dijo la consejera de Justicia andaluza, Begoña Alvarez. “Tenemos la evidencia científica de que nunca hubo enterramientos en la zona”.
La pregunta sigue en el aire más de 70 años después. ¿Dónde está Federico García Lorca? Algunos historiadores dicen que el poeta sí está enterrado en Alfacar, pero quizá en otro punto. Una vieja teoría sostiene que la familia de Lorca desenterró el cadáver días después del fusilamiento en Alfacar y lo trasladó a una casa familiar prometiendo guardar el secreto para siempre. Más recientemente, un nuevo libro apunta que milicias franquistas exhumaron el cuerpo y lo enterraron en un lugar desconocido para ocultar lo sucedido.
Icono de la Generación del 27 y autor de obras como “Poeta en Nueva York” y “La casa de Bernarda Alba”, las trágicas circunstancias que rodearon su muerte convirtieron a Lorca en un símbolo de las miles de víctimas del franquismo durante la guerra civil española (1936-1939) y la dictadura. El pasado septiembre, el gobierno andaluz aprobó un protocolo para proceder a las exhumaciones de cuerpos enterrados en las fosas comunes, en su mayoría del bando perdedor republicano, en esta región del sur español.
Losenterradas junto al poeta – el maestro de escuela Dióscoro Galindo y los toreros anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas – sí pidieron recuperar los cadáveres de sus seres queridos.
La teoría histórica, defendida fundamentalmente por el hispanista irlandés Ian Gibson, situaba la tumba de Lorca en un punto concreto entre las localidades granadinas de Víznar y Alfacar, en el que precisamente un monolito recuerda la figura del poeta. Varios geólogos estudiaron previamente los movimientos de tierra y el 28 de octubre, los equipos de arqueólogos comenzaron la excavación y el estudio del terreno, de unos 270 metros cuadrados, protegidos por una gran carpa para garantizar la intimidad de las víctimas.
Dos meses después, según el informe de los expertos, el ejecutivo andaluz concluyó que en esa zona no hay rastro de Lorca, Galindo, Arcollas y Galadí y anunció el final de los trabajos de excavación.
“Yo sí que creo que Federico está enterrado en la zona de Alfacar, pero quizá en otro lugar”, explicó a AP el historiador Gabriel Pozo. “No hay que desencantarse. A Lorca lo fusilaron en esa zona y hay que seguir llevándole flores a esa zona”.
Pozo es una de las voces más autorizadas en la materia. Recientemente publicó el libro “Lorca, el último paseo” (Almed), en el que analiza la figura del escritor y trata de responder a las numerosas incógnitas de sus últimas horas de vida. En su opinión, el inicio de la guerra civil, en 1936, fue un caos en el que se producían fusilamientos y enterramientos de uno y otro bando sin ningún tipo de control.
“En Alfacar hay fosas comunes en las que podría haber más de 1.000 personas”, señaló.
Además, y sobre otras teorías, Pozo consideró difícil que la familia desenterrase el cadáver por su cuenta. Sin embargo, precisó que varias fuentes fiables le contaron durante su investigación que fueron las milicias franquistas las que ocultaron el cadáver de Lorca en un lugar desconocido. “Franco pidió explicaciones por la muerte de Lorca, ya que tuvo repercusión internacional y podía cuestionar su liderazgo”, relató Pozo. “Los milicianos, asustados, exhumaron el cadáver para ocultarlo y se perdió la pista definitivamente”.
Sea como fuere, según Pozo, lo importante es que la llama de Lorca siga viva en la memoria colectiva española.