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Por Redacción 23 de diciembre de 2025

La violencia del crimen organizado no conoce de treguas navideñas ni de fronteras estatales. Lo que comenzó como un reporte confuso sobre una balacera en un restaurante turístico de la Ciudad de México, ha derivado en la confirmación de una de las bajas más sensibles para el Cártel de Sinaloa en la última década. Las autoridades federales y capitalinas han corroborado que el hombre asesinado la noche del domingo en la colonia Juárez es Óscar Noé Medina González, mejor conocido en el hampa como «El Panu», jefe supremo del aparato de seguridad de la facción de «Los Chapitos».

La noticia ha sacudido las mesas de seguridad nacional y las oficinas de la DEA en Estados Unidos. No se trata de un sicario cualquiera; se trata del estratega que coordinaba la protección personal de Iván Archivaldo Guzmán y quien tenía un precio de 4 millones de dólares sobre su cabeza. A continuación, presentamos la crónica detallada de cómo Óscar Noé Medina González encontró la muerte lejos de su bastión en Sinaloa, en medio de una cena familiar que terminó en baño de sangre.

1. La cena final en el Luaú: Crónica del ataque

Era la noche del domingo 21 de diciembre. La Zona Rosa de la Ciudad de México vibraba con el ajetreo típico de las compras y celebraciones decembrinas. En el restaurante Luaú, ubicado en la calle Niza, una familia cenaba con aparente normalidad. Nadie imaginaba que el hombre sentado a la cabecera era Óscar Noé Medina González, uno de los criminales más buscados del hemisferio.

Según los reportes periciales y las grabaciones de las cámaras del C5, la ejecución fue un trabajo profesional, limpio y despiadado. Dos sujetos a bordo de una motocicleta se detuvieron frente al establecimiento. Uno de ellos, con el rostro cubierto y gorra, ingresó directo hacia la mesa y, sin mediar palabra, descargó su arma contra el objetivo. No fue un aviso, fue una sentencia: el cuerpo recibió más de 20 impactos de bala, la mayoría en tórax y cráneo, asegurando que no hubiera posibilidad de supervivencia.

2. La confusión de la identidad: De «Óscar Ruiz» a «El Panu»

En los primeros minutos tras el caos, la identidad del occiso fue un misterio protegido por sus acompañantes. La mujer que se encontraba con él, identificada preliminarmente como su pareja, aseguró a los policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) que el fallecido respondía al nombre de «Óscar Ruiz Domínguez», un supuesto empresario hotelero y ganadero de Mazatlán.

Esta coartada intentó ganar tiempo para que la estructura criminal pudiera reaccionar, pero las huellas dactilares y los rasgos fisionómicos no mienten. Horas más tarde, ya en el anfiteatro ministerial, fue la propia madre del sujeto quien tuvo que admitir la realidad ante el Ministerio Público: el cadáver pertenecía a Óscar Noé Medina González. Este reconocimiento oficial activó inmediatamente los protocolos de seguridad federal, ante el temor de que el cuerpo fuera arrebatado o de que se desataran represalias en la capital del país.

3. ¿Quién era «El Panu» en el organigrama criminal?

Para entender la magnitud de este asesinato, hay que mirar el mapa del narcotráfico actual. Óscar Noé Medina González no era un operador menor. Tras la captura de Néstor Isidro Pérez Salas («El Nini») y otros jefes de plaza, «El Panu» había consolidado su poder como el máximo responsable de la seguridad de los hijos de Joaquín «El Chapo» Guzmán.

Su rol iba más allá de ser un guardaespaldas; era un gerente de violencia. Según las fichas de inteligencia de la DEA, él supervisaba a los comandantes regionales, coordinaba la logística de los enfrentamientos contra facciones rivales (como La Mayiza) y aseguraba las rutas de tráfico de fentanilo hacia el norte. Su perfil era más discreto que el de otros «influencers» del narco, lo que le permitió operar en las sombras hasta que bajó la guardia en la CDMX.

4. La recompensa de la DEA y la presión internacional

La cabeza de Óscar Noé Medina González tenía un valor tasado en billetes verdes. El Departamento de Estado de los Estados Unidos ofrecía, desde hace más de un año, una recompensa de hasta 4 millones de dólares por información que condujera a su captura o condena.

Esta presión internacional había obligado a «El Panu» a moverse con cautela. Sin embargo, su presencia en la Ciudad de México sugiere que se sentía confiado o «intocable» fuera de Sinaloa. La hipótesis de que alguien cobró esa recompensa al delatar su ubicación exacta («el pitazo») es una de las líneas de investigación más fuertes. En el mundo del crimen, la lealtad tiene un precio, y 4 millones de dólares son una tentación difícil de resistir incluso para los aliados más cercanos.

Óscar Noé Medina González
Óscar Noé Medina González: 7 Datos Brutales de su Ejecución en la Zona Rosa 3

5. El error fatal: Vacaciones familiares en territorio hostil

¿Qué hacía el jefe de sicarios de Sinaloa en el corazón de la CDMX? Las investigaciones apuntan a que Óscar Noé Medina González había viajado a la capital para pasar las fiestas navideñas con su familia. Se sabe que rentó departamentos de lujo a través de plataformas digitales (tipo Airbnb) en zonas exclusivas, intentando llevar una vida de turista adinerado.

Este patrón de comportamiento —bajar la guardia por temas familiares o festivos— ha sido la tumba de muchos capos históricos. Al salir a cenar a un lugar público y concurrido como la Zona Rosa, «El Panu» rompió sus propios protocolos de seguridad, exponiéndose a ser reconocido por halcones rivales o por sistemas de inteligencia que ya le seguían la pista desde su salida de Culiacán.

6. El impacto para «Los Chapitos» y la guerra interna

La muerte de Óscar Noé Medina González deja un vacío operativo crítico en la facción de «Los Chapitos». Él era el encargado de contener las ofensivas de grupos rivales y de mantener la disciplina interna entre las células de sicarios. Su ausencia podría desencadenar una desestabilización inmediata en Culiacán.

Analistas de seguridad prevén dos escenarios: una purga interna para encontrar al traidor que filtró su ubicación, o una ofensiva de grupos enemigos que aprovecharán la debilidad temporal en el anillo de seguridad de Iván Archivaldo. La estructura de mando se ha roto, y reemplazar a un perfil con la experiencia y la confianza de «El Panu» no será tarea fácil ni rápida para la organización.

7. El mensaje en la Ciudad de México

Finalmente, este evento lanza una señal alarmante sobre la Ciudad de México como terreno de operación y ajuste de cuentas para los cárteles nacionales. La ejecución de Óscar Noé Medina González a unas cuadras del Paseo de la Reforma demuestra que la capital no es una burbuja ajena a la guerra de cárteles.

La impunidad con la que actuaron los motociclistas, quienes lograron huir entre el tráfico de la ciudad, pone en entredicho el blindaje de la CDMX. Mientras el cuerpo de «El Panu» espera ser trasladado a su tierra natal para los funerales, las autoridades capitalinas revisan cámaras y entrevistan testigos, sabiendo que este crimen no es un homicidio común, sino un capítulo más en la historia del narcotráfico mexicano.

Conclusión: El fin de una era de impunidad

La carrera delictiva de Óscar Noé Medina González ha terminado de la única manera en que suelen terminar estas historias: en una plancha forense. Su muerte cierra un ciclo para uno de los hombres más violentos y buscados del país.

Mientras la familia reclama los restos y los abogados intentan evitar el aseguramiento de bienes, queda la incógnita de quién ocupará su lugar y qué precio pagará Sinaloa por este vacío de poder. Por ahora, el nombre de «El Panu» pasa de la lista de los más buscados a la lista de los caídos.

Óscar Noé Medina González
Óscar Noé Medina González: 7 Datos Brutales de su Ejecución en la Zona Rosa 4

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