En una visita al santuario dedicado a Juan Pablo II, el Papa advirtió hoy a los sacerdotes y religiosos que el verdadero cristiano “no se sube a los pedestales vacilantes de los poderes del mundo” ni se adapta a las comodidades que “aflojan la evangelización”.
Francisco comenzó esta mañana el cuarto día de su visita apostólica a Polonia con un recorrido por el Santuario de la Divina Misericordia de esta ciudad y el contiguo templo dedicado a la memoria de Karol Wojtyla.
La misa, que celebró en este segundo santuario, estuvo dedicada a sacerdotes, religiosas, consagradas y seminaristas. En el sermón el líder católico aclaró que “a Jesús” no le gustan los “recorridos a mitad, las puertas entreabiertas, las vidas de doble vía”.
Recordó a Juan Pablo II, quien muchas veces pidió “¡abran las puertas!”, pero reconoció que los sacerdotes y personas consagradas pueden con frecuencia caer la tentación de quedarse “un poco encerrados”, por miedo o por comodidad, en si mismos y en sus propios ámbitos.
Por eso los llamó a recorrer “caminos ligeros”, a renunciar a las propias seguridades, a no perder el tiempo proyectando un futuro estable y bien remunerado, a evitar el riesgo convertirse en aislado y sombrío, “encerrado entre las paredes angostas de un egoísmo sin esperanza y sin alegría”.
Insistió que los “verdaderos discípulos” están llamados a una vida de amor concreto, de servicio y disponibilidad, donde no hay espacios cerrados ni “propiedad privada para nuestras comodidades”.
“Quien ha optado por configurar toda su existencia con Jesús ya no elige dónde estar, sino que va allá donde se le envía, dispuesto a responder a quien lo llama; tampoco dispone de su propio tiempo”, siguió.
Más adelante el pontífice precisó que quien consagra su vida a la Iglesia debe estar consciente que su casa “no le pertenece”, porque su misión la debe realizar en los espacios abiertos del mundo y no debe buscar otro tesoro que Dios.
Además, señaló, no busca situaciones gratificantes que lo pondrían en el centro ni tampoco se conforma con “una vida mediocre”, le gusta el riesgo y sale, no forzado por caminos ya trazados, sino abierto y fiel a las rutas indicadas “por el espíritu”, no va “tirando” sino que siente gusto por lo que hace.
“¿Qué es lo que nos pide Jesús? Quiere corazones que viven del perdón para derramarlo con compasión sobre los hermanos; busca corazones abiertos y tiernos con los débiles, nunca duros; corazones dóciles y transparentes, que no disimulen ante los que tienen la misión en la Iglesia de orientar en el camino”, manifestó.
“El discípulo no rechaza hacerse preguntas, tiene la valentía de sentir la duda, sin cálculos ni reticencias. El discípulo fiel lleva a cabo un discernimiento atento y constante, sabiendo que cada día hay que educar el corazón, a partir de los afectos, para huir de toda doblez en las actitudes y en la vida”, apuntó.