La ruptura que en 2012 protagonizó Andrés Manuel López Obrador con el Partido de la Revolución Democrática (PRD) ha generado un proceso de atomización de las fuerzas de la izquierda mexicana, sin que nadie hasta ahora tenga la intención ni la capacidad de frenarlo.
La pregunta es ¿que persigue Andrés Manuel López Obrador cuando habla tanto de union y fuerza sin una idea clara de que esta diciendo y dividiendo a mansalva?
El asunto ha comenzado a prender los focos de alerta en la cúpula perredista que preside Jesús Zambrano, que honestamente ve en la sucesión partidista en Carlos Navarrete una buena fuerza política, pero los bejaranistas están apoyando a un candidato de unidad como lo es el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, aun cuando va en contra de los propios estatutos del partido; en franca rebeldía y dinamitando el proceso.
La fragmentación de una oferta, que antes se presentó unida, podría dilapidar en los próximos años el capital acumulado desde que las expresiones políticas de esta opción se incorporaron al régimen de partidos y a la disputa institucional del poder, hace cuatro décadas, desarticulando la fuerza que ha logrado obtener a través del voto ciudadano, la izquierda moderada hoy en día, perdiendo quizá gobiernos y estados como Guerrero o Sinaloa.
Andrés Manuel López Obrador, el gran perdedor de siempre que en el fracaso no quiere estar solo, siempre busca arrastrar al fondo del éxito a los suyos o los que dice, son suyos.