Hugo Chávez ha echado raíces y se ha negado a dejar el poder. El cáncer que lo está matando no logra aún separarlo de la silla presidencial. Parece ser más bien que hizo un acuerdo en que sólo la muerte lo separaría de la presidencia en su país.
Sí, Chávez tiene el poder para quedarse en Venezuela. Un poder como el que a un ladrón le da una pistola. Y esa es la diferencia entre autoridad y poder. La autoridad es genuina, la otorga una mayoría, el simple poder huele mal, porque lo dan medios sucios y desagradables la fuerza pública o militar mal usados, por ejemplo. Parece un común denominador la presbicia y miopía en los dictadores. Sí, Venezuela es una nación triste y descontenta, en desacuerdo con su gobierno y con el miedo a cuestas todos los días, incluso el mismo día en que el pueblo podría intentar lanzar a Chávez de la presidencia.
México por su lado tuvo su época de miedo y dictadura, no por un hombre ni un partido, sino por un sistema político dominado por jerarcas – dinosaurios – en que el linaje político era herencia y la pleitesía era obligada. Hoy, no la alternancia, sino el desconcierto, el desagrado y la desilusión quitaron a la figura presidencial el poder – incluso quizá la autoridad también, porque México, al igual que Venezuela está enfermo, pero a diferencia de ella, su enfermedad hoy es ingobernabilidad y no dictadura. La enfermedad de México es grave y daña, lo ha hecho con polarización entre nosotros mexicanos y con un desconcierto, ambos derivados de sucios procederes políticos que nos desilusionan y frustran en demasía. ¿Qué tanta culpa de esto tiene el político, y qué tanto el ciudadano?
Usted, ¿qué opina?
Este fin de semana fueron las elecciones en Venezuela, parte de una historia que parece la historia sin fin en que el dictador Sí, Chávez tiene el poder para quedarse en Venezuela. Un poder como el que a un ladrón le da una pistola. Y esa es la diferencia entre autoridad y poder. La autoridad es genuina, la otorga una mayoría, el simple poder huele mal, porque lo dan medios sucios y desagradables la fuerza pública o militar mal usados, por ejemplo. Parece un común denominador la presbicia y miopía en los dictadores. Sí, Venezuela es una nación triste y descontenta, en desacuerdo con su gobierno y con el miedo a cuestas todos los días, incluso el mismo día en que el pueblo podría intentar lanzar a Chávez de la presidencia.
México por su lado tuvo su época de miedo y dictadura, no por un hombre ni un partido, sino por un sistema político dominado por jerarcas – dinosaurios – en que el linaje político era herencia y la pleitesía era obligada. Hoy, no la alternancia, sino el desconcierto, el desagrado y la desilusión quitaron a la figura presidencial el poder – incluso quizá la autoridad también, porque México, al igual que Venezuela está enfermo, pero a diferencia de ella, su enfermedad hoy es ingobernabilidad y no dictadura. La enfermedad de México es grave y daña, lo ha hecho con polarización entre nosotros mexicanos y con un desconcierto, ambos derivados de sucios procederes políticos que nos desilusionan y frustran en demasía. ¿Qué tanta culpa de esto tiene el político, y qué tanto el ciudadano?
Usted, ¿qué opina?