A fines de 1911 un grupo de revolucionarios encabezados por el general Emiliano Zapata iniciaron una dura travesÃa desde los cálidos valles de Morelos para dirigirse a las frÃas montañas de Ayoxustla, en el estado de Puebla.
La intención era alejarse del asedio militar al que eran sometidos para, serenamente, plasmar en un documento los ideales de la revolución campesina que habÃa iniciado en el pueblo de Anenecuilco, Municipio de Villa de Ayala.
La cuestión era de la mayor importancia porque ante el triunfo del movimiento maderista, su demanda sobre la restitución de las tierras usurpadas por las haciendas azucareras, podÃa desvirtuarse. En palabras de uno de los acompañantes de la caravana, Francisco Mercado, el jefe Zapata â??querÃa que hubiera un plan porque nos tenÃan por puros bandidos y comevacas y asesinos y que no peleábamos por una banderaâ?¦â?
De esta manera, se inició la discusión y redacción del Plan Libertador de los hijos del Estado de Morelos, o Plan de Ayala, bajo la dirección del mismo Zapata y de su compadre, el profesor rural Otilio Montaño. El eje de su argumentación era, evidentemente, la urgente resolución del problema agrario que habÃa olvidado cumplir Francisco I. Madero, aún cuando estaba contemplado en el Plan de San Luis.
Es por ello que en los artÃculos sexto y séptimo del Plan Libertador se establecÃa que los pueblos entrarÃan en posesión de los terrenos, montes y aguas que hubieran sido usurpados por los hacendados, cientÃficos o caciques a la â??sombra de la tiranÃa y de la justicia venalâ?; aunque aquellos propietarios que se consideraran con derechos legÃtimos sobre sus propiedades, podrÃan acudir a los tribunales especiales que se establecerÃan una vez que triunfara la Revolución. Asimismo se hablaba de expropiar tierras, previa indemnización, para que se mejorara â??en todo y para todo la falta de prosperidad y bienestar de los mexicanos.â?
A juicio de los zapatistas, poniendo en marcha estas medidas la Revolución corregirÃa el rumbo que se habÃa extraviado con el gobierno de Madero. El plan de Ayala fue firmado el 28 de noviembre de 1911 y desde ese momento se convirtió en la bandera que enarbolarÃan los zapatistas durante toda la década revolucionaria.
El plan de Ayala no solo recogió las aspiraciones de los campesinos de Morelos (y podrÃa decirse que de todo el paÃs) sino también, colocó a la problemática agraria en el centro del debate nacional. Asimismo, marcó una ruptura, un distanciamiento entre los revolucionarios que habÃan iniciado la lucha en 1910. Madero fue el primero en sentir, en carne propia, el choque de percepciones sobre el significado de la palabra Revolución.
El zapatista Paulino MartÃnez definió perfectamente la situación cuando afirmaba que algunos caudillos creyeron que con las â??hermosasâ? palabras de â??Sufragio Efectivo, no reelecciónâ? y derrocando al â??dictadorâ? Porfirio DÃaz quedaba todo arreglado. Enorme error.
A su juicio, el plan de Ayala: â??es la condenación de la infidencia de un hombre que faltó a sus promesas y el pacto sagrado, la nueva alianza de la Revolución con el pueblo, para devolver a éste sus tierras y sus libertades que le fueron arrebatadas desde hace cuatro siglos, cuando el conquistador hizo pedazos la soberanÃa aztecaâ?¦â?
Bajo esta óptica los zapatistas -impacientes, rayando prácticamente en la terquedad- resolvieron pelear sin tregua hasta alcanzar su utopÃa. Enarbolando el plan de Ayala como su más extraordinaria arma, los zapatistas desconocieron a Madero como lÃder de la Revolución y mantuvieron una lucha independiente del resto de los grupos revolucionarios; sirvió para combatir a Huerta, pero también en su momento para luchar contra la â??imposiciónâ? que intentaba hacer Venustiano Carranza por medio del Plan de Guadalupe.
El Plan de Ayala se convirtió en el pendón que los conducirÃa a la victoria, aún en los momentos más difÃciles, como cuando el jefe Zapata cayó asesinado en la Hacienda de Chinameca en abril de 1919. Paradójicamente unos meses después llegó el triunfo, de la mano del general Ãlvaro Obregón y los sonorenses; solo entonces, los zapatistas pudieron iniciar la restitución y dotación de ejidos para los campesinos de Morelos y cumplir con el ideal de lograr la prosperidad y el bienestar de la Patria.
Como afirma el historiador Salvador Rueda, con el Plan de Ayala termina el siglo XIX e inicia el siglo XX porque con él nació el vocabulario polÃtico moderno y convirtió al campesinado en interlocutor con el Estado mexicano. Los zapatistas, y con ellos los campesinos de México, se convirtieron en protagonistas de la historia de México