Kirguistán pidió el sábado la ayuda de Rusia para detener los enfrentamientos étnicos que dejaron al menos 65 muertos y partes de la segunda mayor ciudad del país en llamas, en la peor ola de violencia desde que el presidente fue derrocado en abril.
El Gobierno interino de Kirguistán, que acoge bases militares estadounidenses y rusas, dijo que no tiene la capacidad para detener a las pandillas armadas que han quemado casas y negocios de uzbekos en partes de Osh.
Durante la noche ocurrieron numerosos tiroteos en la ciudad.
Los disturbios se propagaron a la vecina región de Jalalabad, escenario de violentos enfrentamientos el mes pasado. Funcionarios ordenaron el sábado un toque de queda en la zona, diciendo que se habían reunido multitudes y escuchado disparos.
“Necesitamos el ingreso de fuerzas armadas del exterior para calmar la situación”, dijo a periodistas la líder del Gobierno interino, Roza Otunbayeva.
“Hemos solicitado ayuda a Rusia y ya he firmado una carta dirigida al presidente Dmitry Medvedev”, agregó.
Sin embargo, Rusia expresó que ahora no es el momento de intervenir.
“Es un conflicto interno y por ahora Rusia no ve las condiciones para formar parte en su resolución”, dijo Natalya Timakova, portavoz de Medvedev, citada por la agencia de noticias Interfax