Tristeza y pánico se respiran en las fábricas y tiendas de carne porcina de El Cairo, que están al borde de la ruina después de que las autoridades empezaran hace una semana a sacrificar cerdos para evitar la propagación de la gripe A.
La decisión del Gobierno egipcio de sacrificar toda la cabaña porcina del país, calculada en 350 mil cabezas, a pesar de que no se ha registrado ningún caso del virus AH1NI, amenaza con hacer desaparecer la industria de carne porcina, dominada por la minoría cristiana.
“Nuestras ventas han sufrido una pérdida de 98 por ciento. Nadie compra carne de cerdo: ni restaurantes, ni tiendas, ni turistas”, dijo a Efe Helena Morcos, propietaria de “Maison Morcos”, una las fábricas de productos de carne porcina más importantes de Egipto.
Morcos, que es de la cuarta generación de su familia que trabaja en este negocio desde hace más de sesenta años, tiene, además, una granja de cerdos y cuatro tiendas de carne porcina, que emplean a ochenta personas.
Sus tiendas se encuentran desiertas, ya que “la gente tiene miedo de comer carne porcina”, sobre todo después de que el Gobierno decidiera sacrificar a los cerdos, “porque piensan que esta carne está infectada”, señaló Morcos.
“Hemos recibido un golpe fuerte en medio de nuestra temporada alta, cuando empezamos a vender bien después de un ayuno cristiano de 55 días durante el que no se puede comer carne”, lamentó Morcos, mientras recibía llamadas de teléfono de otros dueños de cerdos preguntando por la situación en el mercado.
Desde que la medida del Gobierno entró en vigor, el pasado 30 de abril, mil 800 cerdos han sido sacrificados, según cálculos oficiales.
Los cerdos de “Maison Morcos” todavía siguen vivos aunque la granja que los acoge, en las afueras de El Cairo, ha sido puesta bajo vigilancia policial, por lo que “no se puede mover a ningún animal y está todo paralizado”, según ella.
Tanto Morcos como Gergues Bulis, dueño de otra famosa cadena de tiendas de carne porcina, “Ramsés”, están estudiando reducir el número de empleados e incluso cerrar sus fábricas ante esta crisis que sufre su mercado.
No han bajado los precios de sus productos todavía, “porque aunque los reducimos ahora, nadie va a comprar. Hay que convencer primero a los clientes de que la carne es sana”, destacó Bulis a Efe.
Los clientes de “Maison Morcos” y “Ramsés” son restaurantes chinos y japoneses, turistas y cristianos, que componen un diez por ciento de los casi 80 millones de egipcios, de los cuales los musulmanes no comen carne porcina por considerarla impura.
“No sé cómo voy a pagar los sueldos de los cien empleados que tengo. Estamos en ruina total. Mis ventas son cero”, se quejó Bulis y calificó la decisión de sacrificar los cerdos de “sorprendente y tiene consecuencias que no han sido estudiadas”.
El domingo pasado se produjeron enfrentamientos entre los policías y criadores de cerdos en el este de El Cairo tras intentar evitar el sacrificio de sus animales.
En el barrio de Muqatam, donde ocurrieron los choques, los basureros -en su mayoría de credo cristiano- crían los cerdos en sus casas y los alimentan con la basura que recogen.
Una de las causas que dieron las autoridades para decidir sacrificar los cerdos es hacer nuevas granjas en mejores condiciones para estos animales.
Sin embargo, para Bulis y Morcos, en vez de matar a los cerdos y hacer a cientos de familias perder su trabajo, hay que trasladarlos a otras granjas lejos de las zonas residenciales.
“¿Qué voy a hacer yo si cierran el local y pierdo mi trabajo? Llevo 17 años trabajando con la carne porcina y no sé hacer otra cosa”, dijo a Efe Ezat Shehata, carnicero en una de las tiendas de Morcos.
El Gobierno debe hacer “lo que vea correcto sin dejarnos sin trabajo”, agrega Shehata. “Tengo tres hijos y les quiero criar”, añadió delante de los frigoríficos de carne que se veían vacíos.
“Es una pesadilla pensar que esta industria pueda desaparecer, pero si la situación sigue así, es muy posible que en el futuro no existirá esta carne en Egipto”, dijo Morcos.
Para impedir la muerte de su negocio, los dueños de fábricas y tiendas de esta carne intentan coordinarse y adoptar una estrategia para hacer que su voz llegue a las autoridades y entonces revisen su decisión.
Por su parte, las autoridades sanitarias han lanzado una campaña feroz de inspección para impedir la infiltración de la carne porcina en los restaurantes y los hoteles.
Temen que los derivados del cerdo se mezclen con otro tipo de carne sin avisar a los consumidores, según dijo a Efe Mamduh Mohamed, médico en el matadero de “Basatin”, único lugar donde sacrifican los cerdos de todo el país.
Mohamed explicó que la medida ha sido adoptada por temor a que los restaurantes sustituyan la carne de vaca con la de los cerdos si su precio baja mucho