Las negociaciones sobre el clima bajo auspicio de la ONU se reinician el viernes en Alemania, poco más de cien días después de la cumbre de Copenhague, cuyo fracaso fue directamente proporcional a las expectativas que había generado.
Los representantes de los 194 países de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) se reúnen en Bonn desde el viernes al domingo, por primera vez después del fracaso en Dinamarca, para fijar un programa de trabajo hasta la próxima gran cumbre sobre el clima, prevista en la localidad mexicana de Cancún a comienzos de diciembre.
“La reunión (de Bonn) será crucial para reconstruir la confianza en el proceso, demostrar que será abierto y transparente por una parte y eficaz por otra”, resumió Yvo de Boer, secretario ejecutivo de la CMNUCC.
Negociado a último minuto por unos veinte jefes de Estado, el Acuerdo de Copenhague, que fija como objetivo limitar el alza de la temperatura del planeta a dos grados, pero que se mantiene evasivo sobre los medios para lograrlo, está en el centro de los debates.
Un centenar del países indicaron oficialmente que lo apoyaban, y 75 de ellos anunciaron su compromiso para reducir o limitar el crecimientos de sus emisiones de gas de efecto invernadero de aquí a 2020.
Compromisos cifrados que sin embargo a este nivel son insuficientes para alcanzar el objetivo de dividir por dos las emisiones mundiales de aquí a 2050, con la esperanza de mantenerse por debajo del nivel de los dos grados centígrados.
De todas maneras, queda una cuestión delicada: ¿cómo integrar en las negociaciones de la ONU el texto de dos páginas y media del cual los países del planeta se limitaron a “tomar nota” al término de una última noche de caóticas transacciones en Copenhague?
“Es complicado, pero no hacerlo, sería peor aún, pues ésto querría decir que hay un documento apoyado por más de 100 países que flota sin estatuto preciso”, resumió Brice Lalonde, embajador francés sobre el clima. “Hay que encontrar los medios de hacerlo, sin provocar problemas ni ruptura”.
Más allá de este asunto que podría dar lugar a airadas discusiones, los delegados de los 194 países también deberán interrogarse sobre la manera de llevar adelante las negociaciones en el futuro.
En este contexto, deberán tratar de llenar el vacío -flagrante en las últimas horas de Copenhague- entre los avezados negociadores por un lado, encerrados en códigos y usos a menudo incomprensibles, y los dirigentes políticos por el otro.
Aparece también de manera cada vez más clara que las negociaciones sobre el clima no podrán resumirse a discursos en el marco de la ONU, con una multiplicación de otras reuniones bajo otros formatos.
A comienzos de marzo, una conferencia internacional reunió en París a los representantes de los países de las principales cuencas forestales del planeta: Amazonía, Congo y Papuasia-Nueva Guinea.
Tres semanas más tarde, en Londres, se celebraba la primera reunión del Grupo Consultivo sobre el financiamiento de la lucha contra el calentamiento, copresidida por el primer ministro británico Gordon Brown y su homólogo etiope Meles Zenawi.
“Hay un post Copenhague que sin dudas está marcado por más pragmatismo con la idea de acumular los avances tema por tema”, explicó Brice Lalonge. “Luego, habrá que tratar de orquestar todo eso”.