El relato detallado de la matanza de 15 policías en una emboscada en Jalisco, hecho por el Fiscal General en su despacho de Guadalajara, suena al relato de una acción de guerra.
Luis Carlos Nájera explica que los agentes viajaban en un convoy de diez vehículos. Las patrullas iban de dos en dos, con una distancia de protocolo entre cada pareja, precisamente para evitar que todos cayesen juntos en una eventual encerrona enemiga. La oficina del fiscal está adornada con curiosos cuadros oníricos. Uno con el bello perfil de una mujer adormecida y un skyline de fondo. Otro de un espacio en ruinas, como después de un bombardeo, desde el que nos miran hieráticos un hombre de traje negro y una mujer en un sexy vestido rojo. Sobre un papel, Nájera dibuja un croquis del mayor atentado contra fuerzas públicas de la historia reciente de México.
Los sicarios esperaban en una curva de la carretera comarcal Puerto Vallarta-Guadalajara, una vía modesta de dos carriles que atraviesa la sierra. El cálculo de Nájera es que eran unos 80 tipos preparados para el ataque, al menos el doble de los 40 agentes que viajaban en la caravana de Fuerza Única, un cuerpo de operaciones especiales. Tenían todo listo para soltarles encima un temporal de balas y fuego. Los narcos emplearon granadas de calibre 40 propulsadas desde rifles, ametralladoras M-60 con capacidad para 550 disparos por minuto y fusiles con proyectiles especiales para la perforación. “Todo lo que usaron es material militar. Inclusive tácticas militares”, dice Nájera.
La curva está metida entre dos terraplenes. El comando de sicarios actuó desde arriba. Desde encima de los terraplenes abrieron fuego. El fiscal dice que han detectado, como mínimo, 12 puntos distintos desde los que lanzaron su cortina de balas. De los diez vehículos de la policía, quedaron atrapados bajo la agresión cuatro patrullas, con cuatro agentes en cada una. A la balacera los criminales añadieron un factor que resultó fatal: desde arriba les lanzaron explosivos adosados a garrafones de 20 litros de gasolina. Resultado: las cuatro patrullas en llamas. Y las granadas y los tiros de fusil y las ráfagas de metralleta. Así murieron 15 de los 16 que iban en esos cuatro vehículos. Uno de ellos, herido por varios impactos de bala, consigue sobrevivir. “Cayó al suelo un poco alejado de su unidad y creemos que los atacantes pensaron que ya no estaba con vida”, apunta el fiscal. A este hombre lo consiguieron rescatar las patrullas que llegaron detrás. Estas también fueron recibidas a tiro limpio, pero pudieron llevarse a su compañero y reagruparse más atrás, con otros cuatro agentes heridos pero a salvo de la emboscada. Veinte agentes salieron ilesos. Todo este infierno, estima Luis Carlos Nájera, debió de durar unos 30 minutos.
Finalmente, los sicarios se retiraron monte a través. El fiscal desconoce si alguno de ellos quedó herido o muerto. Explica que los policías envueltos en el ataque no tenían a la vista a quienes les disparaban, pertrechados tras el empinado borde de los terraplenes. “Si los nuestros acertaron en algún disparo, a sus lesionados o a sus muertos los retiraron sus propios compañeros, porque ellos acostumbran a llevárselos para evitar la investigación”. Hasta ahora, no se ha logrado detener a ninguno de los responsables. Nájera dice que lo más posible es que estén escondidos en la sierra, lo que dificulta la búsqueda. Un reto de la investigación que encabeza el fiscal es revelar cómo los narcos supieron el día, la hora y la ruta de viaje del convoy. “Esta gente tiene muchos informantes. Los conocemos como halcones. Puede ser cualquiera que esté vendiendo en una esquina, o incluso miembros de seguridad. No lo descartamos. Estamos investigando también en el interior de la propia policía. Lo que está claro es que tenían información precisa de nuestros movimientos”.
Nájera confirma que el principal sospechoso de la matanza es el Cartel Jalisco Nueva Generación, el principal grupo criminal de Jalisco, dedicado al tráfico de drogas, al robo de hidrocarburos, al robo de vehículos y a la extorsión, según detalla.
–¿Y cuántos miembros tiene este cartel?
–¡Híjole, no tenemos un censo! –responde.
El capo de Nueva Generación es Nemesio Oceguera, alias El Mencho. Hoy es uno de los narcos más buscados de México. Sorprendentemente, su hijo, El Menchito, fue detenido el año pasado y liberado a principios de 2015.
–¿Por qué lo pusieron en libertad?
–Eso hay que preguntárselo a los jueces –dice el fiscal.
–¿Pero no cree que el hijo estará metido en el cartel?
–Como decía mi padre, “hay que creer en Dios, y en lo demás estar seguro”. Yo no puedo creer cosas.
Nueva Generación fue, también, el cartel que atacó el lunes 30 de marzo a Alejandro Solorio, Comisionado de Seguridad Estatal, expolicía y actual número uno del aparato de seguridad de Jalisco. Lo emboscaron en una calle sobre las once de la noche. “Le atravesaron una camioneta y le dispararon desde distintos puntos. Le arrojaron al menos dos granadas calibre 40, utilizaron un rifle calibre 50 y cartuchos perforantes. Aquí lo que ayudó es que su camioneta blindada impidió que entrasen los impactos. Además, él y sus escoltas repelieron la agresión”.
–¿Él?… ¿El Comisionado también disparó?
–No conoces a Solorio, ¿verdad? –sonríe el fiscal.
Las autoridades de Jalisco consideran que Nueva Generación está tratando de vengar la muerte el 23 de marzo de uno de sus jefes de sicarios. Han intentado matar a Solorio. Han matado a 15 agentes de Fuerza Única. Han matado a un alcalde, al que le dejaron un mensaje clavado en el pecho. Jalisco, uno de los Estados más importantes y ricos de México, vive una guerra frontal del narco contra su aparato de seguridad y justicia. Nájera afirma que esta vendetta extrema le puede costar cara al cartel. “Para nosotros esto no es personal, es trabajo. Muchas veces ellos lo ven personal, y eso es problema de ellos. Puede pasar que ahora haya una reacción más fuerte del Estado”.