Algún tiempo atrás, la marihuana mexicana era el máximo estándar para los fumadores estadounidenses. Pero en un nuevo mundo de mercados legales para la marihuana, los consumidores están volteando a Estados Unidos y Europa para conseguir mejores productos.
En lugar de la Acapulco Gold, los fumadores mexicanos quieren variedades como Liberty Haze y Moby Dick, ya sea importando marihuana de boutique, marihuana fina de gran potencia de los Estados Unidos o cultivándola en jardines secretos con técnicas perfeccionadas en el extranjero.
Es un mercado pequeño pero creciente donde la marihuana es completamente ilegal, a diferencia de estados como Colorado y Washington que han legalizado su consumo recreativo, y otros donde está disponible para usos terapéuticos.
Un mensaje de texto llevará a un traficante de la Ciudad de México a la puerta del consumidor con un menú de variedades de alta calidad a la venta a cambio de un paso de la tarjeta de crédito en un lector de smartphone. Tiendas de hidroponía suministrado el equipo a aquellos que quieren cultivar potentes variedades en sofisticadas operaciones caseras. Algunos incluso han instalado cooperativas de marihuana para dividir los costos de las altas facturas eléctricas e intercambiar entre ellos sus cosechas.
“Sé de personas que son arquitectos, ejecutivos, abogados… que fueron a Estados Unidos o Europa”, dijo Antoine Robbe, un francés de 35 años propietario de Hydrocultivos, una de las tiendas. Dicen, “Oye, ¿por qué no tenemos esto en mi país?”.
Hasta ahora, los reportes de la marihuana fina estadounidense abriéndose paso hacia el sur son solo anecdóticos, pero suficientes para generar preocupación, de acuerdo a Alejandro Mohar, un médico mexicano y miembro de la Junta de Control Internacional de Narcóticos de la ONU.
Un funcionario del Departamento Estadounidense Antidrogas (DEA) dijo a la Radio Pública Nacional en diciembre que los operativos de los cárteles mexicanos estaban contrabandeando marihuana de alta calidad o marihuana fina como se le conoce en el mercado, desde Estados Unidos para venderles a sus clientes ricos, aunque no había indicios de un comercio masivo al sur de la frontera. La DEA declinó comentar a agencias informativas.
En la Ciudad de México, varias personas dicen haber visto bolsas del tamaño de un congelador repletas de marihuana y etiquetadas como hierba de uso terapéutico en Los Ángeles.
En México se permite llevar hasta cinco gramos de marihuana para uso personal, pero se prohíbe su venta y cultivo. Históricamente, ha habido poca tolerancia social para el consumo, pues los “marihuanos” son estigmatizados como holgazanes y benefactores del mortal narcotráfico.
Los productores mexicanos dicen que el fenómeno del cultivo casero es ajeno a la horrenda guerra contra el narcotráfico que ha dañado al país. De hecho, cosechar e intercambiar entre ellos, alegan, evita que apoyen a los cárteles.
“No soy narco, amigo. Solo me gusta fumar”, dijo Daniel, un sujeto de 32 años que vive en la popular colonia Roma. Habló bajo condición de que no se mencionara su apellido debido a que su operación casera es “superilegal”, pese a que es exclusivamente para uso personal.
La ley mexicana castiga con sentencias de hasta 25 años en prisión a quien sea declarado culpable de producir, traficar o vender drogas.
Los productores caseros de marihuana fina dicen estar formando cooperativas para compartir los costos del equipo de jardinería bajo techo y las elevadas facturas de consumo eléctrico, así como para intercambiar producto. Muchos han construido sus modelos con habilidades importadas en primera instancia por extranjeros.
El año pasado, Homero Fernández, un promotor de eventos de 29 años, se asoció con cerca de una docena de personas para formar un club de marihuana, cada uno pagando cerca de 200 dólares para comprar equipo para el cultivo hidropónico atendido ahora por uno de los miembros.
En la actualidad el club cuenta con entre 50 y 60 plantas que producen suficientes brotes de sativa para satisfacer a los miembros, algunos de ellos ávidos usuarios, que compran unos 28 gramos (una onza) de marihuana de alta calidad por entre 95 y 130 dólares, menos de la mitad de lo que le pagarían a un traficante.
El resultado final es una marihuana fina, con entre 15 y 20% de THC, el componente psicoactivo de la marihuana, en comparación con el entre 3 y 8% que contiene la “hierba de ladrillo” mexicana de mayor venta aquí y al norte de la frontera. Algunos también producen concentrados con entre 60 y 99,6% de THC, y la más fuerte es demasiado poderosa para ser fumada en pipa o cigarrillo.
“Resulta mucho más barato que pagar incluso por marihuana regular… y la calidad es mucho mayor”, señaló Fernández, que utilizó sus lentes oscuros incluso en interiores y vestía una camiseta blanca con las letras “THC”.
“Lo que producimos es exclusivamente para nosotros. Nada más, y no se vende fuera” del club, aseveró.
El mercado para marihuana gourmet sigue siendo minúsculo al lado del comercio multimillonario dominado por los cárteles. De acuerdo a estadísticas de la DEA, las incautaciones a lo largo de la frontera el año pasado sumaron más de un millón de kilogramos (2,2 millones de libras) de marihuana.
Las tiendas hidropónicas no venden semillas o hierba y por ende están dentro de la ley. Al igual que otros, Daniel ordenó semillas por internet a una compañía española, eligiendo una variedad de origen británico conocida como Exodus Cheese. La preciada carga llegó por correo nueve días después en bolsas similares a las del té en una lata con etiquetas discretas.
Así como las semillas cruzan las fronteras con más frecuencia, apunta Fernández, la mayor aceptación en el extranjero está transformando las actitudes en México.
“Estados Unidos, con su boom sobre la regularización y el boom de la marihuana legal, todo eso llega hasta acá y tiene un impacto en la cultura del cannabis”.