En el momento en el que ustedes lean estas líneas, probablemente miles de personas hayan acudido a las urnas a depositar su voto, ejerciendo el máximo privilegio de la ciudadanía. Pero, también, probablemente, miles de personas hayan decidido quedarse en casa, ya sea por decepción, miedo o simplemente porque no les interesa participar, una vez más, en lo que muchos consideran una farsa.
Porque estas elecciones, como nunca antes en la breve historia de la transición democrática nacional, han estado manchadas por la ilegalidad, el oportunismo, y el abuso del ejercicio del poder. Tanto de ustedes como de sus partidos. La violencia jamás había llegado a los niveles de recurrencia y deshumanización que estamos viviendo ahora, y la población nunca había estado tan dividida entre sí y tan unida en contra de quienes nos gobiernan. O de quienes nos pretenden gobernar. De ustedes.
¿Han considerado que buscan ser electos en una situación que es, a la vez, triste, peligrosa, y terrible? Triste, porque ésta debería de ser una elección emblemática, y no lo es. Debería de ser, más que una elección, una fiesta de la democracia. La elección que marcaba los diez años de los históricos comicios del año 2000: el término de los 70 años del PRI y a la vez el comienzo del cambio que con tanta habilidad nos vendió Vicente Fox, y que en realidad nunca ocurrió. Peligrosa, porque la situación actual es el caldo de cultivo ideal para que prosperen ideas autoritarias. Y no dudamos que mucha gente esté considerando, en éstos momentos, cuánta libertad, cuántos derechos estaríamos dispuestos a entregar a cambio de tener paz y tranquilidad en nuestras ciudades. Terrible, porque el crimen organizado está presto a ocupar los espacios que el gobierno ha dejado libres por omisión y corrupción.
Las campañas han terminado y, como se ha repetido en diversos foros, no deberían de ser simplemente una etapa más en la carrera del 2012. A pesar de que, ciertamente, el tablero político sufrirá un reacomodo de fuerzas, no podemos olvidar que a partir de mañana comienza una nueva etapa en el gobierno de los estados, que influirá en la vida de millones de personas. Personas que viven con miedo, con dificultades económicas, con incertidumbre en el futuro. Como todos nosotros. Como México entero. Y ustedes estarán a cargo.
Por eso el día de hoy, señores candidatos, deben de estar conscientes de que el ejercicio del poder no es una patente de corso para usar, a discreción, las instituciones y los recursos de las entidades que aspiran a gobernar. Hay necesidades inmediatas que deben de ser cubiertas; coincidencias que deben ser promovidas, y derechos humanos que deben ser respetados. Hoy, antes de que la autoridad electoral levante su mano y los proclame vencedores, deben de entender que la ciudadanía les demandará lo mismo que harían ustedes si no ganaran: les exigimos, al menos, honestidad, transparencia, y compromiso con las comunidades que han creído en su proyecto de gobierno. Decencia. Calidad moral. Diálogo. Combate frontal a la corrupción. Vocación de servicio. Políticas que no promuevan la tolerancia, sino la inclusión. Generosidad con el adversario. Respeto irrestricto al medio ambiente. En pocas palabras, señores, tendrán que ayudarnos a creer de nuevo en la política. A recuperar el país en el que tanta gente ha dejado de creer.
Nosotros estamos dispuestos a darles otra oportunidad. Por eso estamos saliendo a las urnas. Por eso participamos, trabajamos, construimos, escribimos. Pero esta vez, los ciudadanos estamos dispuestos, también, a que la fórmula sacramental “y si no, que la nación me lo demande” deje de ser una frase hueca para convertirse en su peor pesadilla. Y nos encargaremos de que así sea.
*Politólogo
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