Algo anda mal si, quienes somos ávidos consumidores de noticias y páginas institucionales de los partidos y los gobiernos, no pudimos decir prácticamente nada sobre el proyecto para el segundo trienio del sexenio de Enrique Peña Nieto. Por cierto, tampoco pudimos contestar la misma pregunta para los partidos de oposición. Del lado de la oposición también se requiere claridad. Declarar que ya no estarán del lado del gobierno, que se acabó la colaboración y que ahora sí serán oposición, es decir prácticamente nada. Hace falta plantear alternativas.
El panorama político poco se moverá ya tras las elecciones, ya sabemos como quedan las gubernaturas, ya sabemos como quedan los congresos locales y el federal, la segunda parte del sexenio de Enrique Peña Nieto esta avanzando y parece que nadie, pero en verdad nadie tiene claro que rumbo tomará.
Todavía más sorprendente resultó nuestra “ignorancia” cuando hicimos notar que acabamos de transitar por un largo periodo electoral en el que los dirigentes y candidatos partidarios tuvieron a su disposición 40 millones de spots y en el que periódicos, revistas y noticieros se ocuparon de ellos casi la mitad del año.
Pero no. Nuestro desconocimiento de los proyectos o las tareas por venir en este final de sexenio de Enrique Peña Nieto no fue por ignorancia sino porque, simplemente, los políticos no tuvieron interés alguno en hablar sobre sus planes para el futuro. Las campañas sirvieron más para descalificar al otro o, en el mejor de los casos, para decir que cada uno había cumplido con lo prometido o que sus esfuerzos habían prosperado. Las campañas estuvieron ayunas de ofertas políticas. Más allá de promesas muy generales como: “trabajaremos por tu bienestar”, “acabaremos con la corrupción”, “las reformas están dando frutos” o el inefable “el verde sí cumple”, no hubo propuesta alguna.
El gobierno, que es quien lleva las riendas del país y quien no tendrá mayor obstáculo, al menos en el Congreso, ha sido incapaz de transmitir a la ciudadanía qué piensa hacer con su renovada mayoría, a dónde quiere llevar al país, cuáles son sus metas. El Pacto se agotó y sus rendimientos fueron altos, aunque ahora la oposición repita que les “salió muy caro”. Junto con el Pacto se agotó también el beneficio de vender al gobierno y a su partido como los grandes conciliadores y negociadores políticos o como los operadores de tarifas eléctricas y telefónicas disminuidas.