Siria cumple cuatro años de un conflicto armado marcado en el plano militar por la creciente fragmentación de las fuerzas participantes y la irrupción de varios grupos yihadistas que han aprovechado la revolución para reforzarse y ampliar su territorio de operaciones.
Estos grupos armados extremistas, entre ellos el Frente al Nusra –rama de Al Qaeda en Siria– y el Estado Islámico, defienden postulados ideológicos muy alejados de los objetivos de los revolucionarios y cuentan con la oposición de la mayoría de la ciudadanía debido a su violencia y sus interpretaciones retrógradas del Islam
La expansión del conflicto y la importancia de Siria en la región ha provocado además que varios grupos armados de los países vecinos hayan intervenido en la guerra para respaldar a sus aliados internos o a sus propios intereses.
Por su parte, numerosos gobiernos de la región y de la comunidad internacional han tomado posiciones, respaldando con financiación, armas o ayuda no letal a alguno o varios de los grupos que participan en los combates, complicando un panorama desolador.
La situación ha derivado en una de las mayores catástrofes humanitarias de la historia reciente, con más de 200.000 muertos, 700.000 heridos, 3,8 millones de refugiados y 12,2 millones de personas en necesidad de ayuda humanitaria, según los datos de la ONU, si bien las cifras podrían ser aún mayores.
En la actualidad, la comunidad internacional ha puesto el foco en la lucha contra el Estado Islámico, lo que ha rebajado la presión contra el presidente, Bashar al Assad, que ha visto justificada su retórica de lucha antiterrorista para justificar su represión y, si bien muchos países siguen viendo su salida como una prioridad, han desviado sus esfuerzos a luchar contra este grupo, asentado también en Irak.
Las fuerzas progubernamentales han sufrido un proceso de conversión en el que cada vez han ganado un mayor peso las milicias y brigadas progubernamentales, que han sustituido a las fuerzas regulares en numerosas áreas del país.
La influencia de los países de la región en Siria –o viceversa– ha llevado a numerosos grupos extranjeros a participar en la guerra. Entre ellos destaca el partido-milicia chií libanés Hezbolá, uno de los principales aliados políticos y militares de Al Assad. Además, el Partido Árabe Democrático, un partido alauí libanés, respalda al presidente sirio
Los grupos armados revolucionarios, surgidos en respuesta a la represión de las protestas por parte de las fuerzas gubernamentales y conformados en un inicio por desertores del Ejército y por personas que tomaron las armas para enfrentarse a las tropas regulares, han ido perdiendo peso con el paso de los meses, a pesar de contar con el respaldo de parte de la comunidad internacional.
En otro orden de cosas, hay que destacar la importante presencia y potencia de fuego de las fuerzas kurdas, que han resurgido durante el conflicto para reforzar sus demandas de independencia o una mayor autonomía en la región de Rojava.
Pese a ser uno de los últimos grupos armados en irrumpir en el conflicto, el peso adquirido por el grupo en Irak y la extrema violencia en sus prácticas han puesto al Estado Islámico en el foco de todas las miradas en la región y el mundo.