El cartel en una farmacia del centro advierte: “No contamos con alcohol en gel ni barbijos (mascarillas)”, los artículos más requeridos. El ministro de Salud asegura que la situación es “difícil” y los especialistas pronostican que el punto alto de la epidemia de gripe porcina llegará en dos semanas.
Es que el temor a la influenza AH1N1 parece más contagioso que la enfermedad en sí misma y la actitud del gobierno no hace más que alimentarlo.
El nuevo ministro de Salud Juan Luis Manzur anunció una partida especial de fondos para combatir el mal, otorgó una licencia laboral de dos semanas a embarazadas y pacientes oncológicos e inmunodeprimidos y ordenó suspender las clases durante un mes, medida que las provincias ya habían tomado.
Pero rehusó declarar la emergencia sanitaria nacional y aseguró que por ahora no se suspenderán las actividades públicas, pese a que la cantidad de víctimas fatales, la más alta de Sudamérica.
Manzur informó que las muertes por la gripe porcina son “43 ó 44”, una decena menos de lo que estiman los medios de prensa que sin información oficial hacen sus propias cuentas. Tampoco se han actualizado los datos sobre infectados, que al viernes sumaban 1.587.
“Pero el ausentismo laboral y la alta demanda de consultas médicas indican que hay miles de casos”, dijo al diario Clarín Marcelo Blumenfeld, especialista de la Sociedad Argentina de Infectología.
Blumenfeld aseguró que la falta de información sobre contagiados dificulta el cálculo de la tasa de mortalidad que la nueva gripe tiene en Argentina.
“Acá la primera ola arrancó el 7 de mayo, cuando se confirmó el primer caso. Faltan unas dos semanas para llegar a la cresta y después la ola bajará”, explicó.
Especialistas consultados por Clarín estimaron que el 20% de la población de Buenos Aires y el cordón urbano que la rodea podría contraer influenza A: 2,5 millones de personas. La ciudad declaró la emergencia el martes –a la que sumaron ocho de las 23 provincias en los últimos dos días– pero el transporte y la actividad pública funcionan con normalidad.
En contrapartida, varios municipios suspendieron todas las actividades públicas y la ciudad de Luján –70 kilómetros al oeste– ordenó el cierre por 96 horas de bares, restaurantes, clubes y cines.
En las calles de Buenos Aires algunas personas ya incorporaron el último grito en la moda preventiva: la mascarilla.
Un vendedor ambulante aprovechó la ocasión para ofrecer mascarillas de tela con el escudo del club Vélez Sarsfield a los simpatizantes que hacían fila para adquirir entradas para el partido por el título el domingo ante Huracán, que la Asociación del Fútbol Argentino dispuso que se juegue con público