Suman más de 44 años desde que la isla de Taiwán comenzó su lucha por ser reconocida como un Estado miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), sin buenos resultados. Una situación que le impide mantener relaciones diplomáticas con la mayoría de los países integrantes del organismo internacional.
China continental ha hecho valer su peso internacional para que se reconozca que la isla es parte de su territorio, así como su oposición tajante a que siquiera se considere el tema de Taiwán en la ONU.
En más de 15 ocasiones le ha sido imposible modificar esta situación, lo que ha puesto a Taiwán en una especie de limbo diplomático. Solamente 23 pequeños países, la mayor parte de Centroamérica y África, reconocen ese territorio como un Estado independiente de la República Popular de China.
Una última encuesta del Centro de Estudios Electorales de la Universidad Nacional Chengchi, en Taipei, señala que 86 por ciento de la población en Taiwán prefiere mantener el estado independiente actual en que se encuentra.
Sin embargo, el gobierno de la República Popular de China se atiene a su Constitución de 1945 y a la resolución de la ONU de 1971, que le da la autoridad sobre Taiwán, como una de sus provincias, y por lo tanto al hecho de que existe una sola China.
Esta situación ha obligado a Taiwán, con 23 millones de habitantes, a usar el disfraz de oficinas “económicas, culturales y comerciales” en al menos 47 países, en algunos organismos internacionales como el Foro de Cooperación Asia Pacífico (APEC), en los que participa bajo el nombre de Taipei, China.
Todo el mundo sabe que es Taiwán, pero bajo este nombre evita que se vea a la isla como un país diferente de China y, por ende, reduce conflictos con el gigante asiático que mantiene la consigna de no tener relaciones con quienes reconozcan a Taiwán como país independiente.
Taiwán, uno de los territorios con mayor densidad de población, calculada en dos millones 622 habitantes por kilómetro cuadrado, la tercera de Asia Oriental tras Hong Kong y Japón, tiene que gastar sumas importantes en misiones con representantes de diversos sectores, de distintos países, para mostrar que es una China distinta, con sus propios avances económicos y con autosuficiencia, pero sin grandes resultados.
Ser un país independiente es una lucha que ha vivido en el curso de su historia. Poblada por gente de origen malayo-polinesio, la isla fue descubierta por los portugueses en el siglo XVI y bautizada con el nombre de Formosa o Hermosa. Después llegaron los españoles y crearon la gobernación española de Taiwán.
También los holandeses estuvieron en Taiwán durante 38 años aproximadamente, pero fueron expulsados durante la dinastía Ming, cuando se dio la primera oleada de colonos procedentes de China a la isla.
Taiwán fue conquistada también por Japón, que la mantuvo como una de sus colonias durante 51 años. Fue devuelta a China después de la Segunda Guerra Mundial.
La victoria comunista en la Guerra Civil de 1949 marcó el comienzo de la división de China en dos Estados que continúa hasta la actualidad.
Mientras los comunistas liderados por Mao Zedong llegaban al poder en la China continental, las fuerzas del antiguo régimen de la República de China, lideradas por Chiang Kai-Shek, se replegaron a la isla de Taiwán, desde donde esperaban poder organizarse para reconquistar el continente. Sin embargo, crearon un “Estado” que no reconoce la autoridad de Beijing.
En ese entonces, la República Popular de China tenía vetado su ingreso por Estados Unidos. Sin embargo, en 1971, los estadounidenses se abstuvieron de vetar y así la representación de China pasó de Taipei a Beijing, excluyendo a Taiwán de la ONU, que reconoce en la República Popular de China a un sólo país.
La lucha histórica entre China territorial y la isla de Taiwán mantiene la relación compleja y, aunque a la vista parece insalvable, resulta imposible adelantar pronósticos en pos de una reunificación, porque conforme aumenta su poder económico, social y militar se convierte en una potencia emergente difícil de ignorar y a la que es cada vez más complicado enfrentarse.