En los cinco años que pasaron desde el peor derrame de petróleo jamás ocurrido frente a las costas de Estados Unidos, la perspectiva de hallar depósitos enormes que alguna vez fueron considerados inalcanzables hace que la industria petrolífera realice perforaciones cada vez más profundas y peligrosas en el Golfo de México.
Estas empresas requieren a veces obras de ingeniería tan avanzadas que hay gente en la industria que cree que el pozo accidentado de BP, Macondo, que tenía una profundidad de unos 1600 metros (una milla), parezca un juego de niños.
Algunos sectores creen que las empresas petroleras no reparan en gastos con tal de contar con la tecnología que les permita llegar a esos sitios distantes, sin acompañarla con las medidas de seguridad necesarias, lo que podría indicar que las enseñanzas dejadas por el derrame de BP no han sido aprendidas, según ambientalistas.
Las profundidades a las que se perfora y el tamaño de los yacimientos podrían provocar un desastre mayor al ocurrido en el pozo Macondo. Cientos de miles de barriles de petróleo podrían derramarse sobre el Golfo de México cada día y la respuesta sería lenta porque el equipo con que se cuenta para combatirlo -máquinas separadoras de aceite flotante, submarinos, contenedores- está a más de 160 kilómetros (100 millas) de los pozos o anclados en la costa.
Desde la explosión de Macondo, organismos federales han aprobado unas dos docenas de pozos nuevos de gran profundidad, de acuerdo con expertos. Funcionarios del Departamento del Interior que supervisan las perforaciones en el mar no ofrecieron de inmediato información sobre estos pozos ni sobre los proyectos de exploración y perforación.
Pero un estudio de la información disponible hecho por la Associated Press indica que la profundidad oceánica promedio de estos pozos entre el 2005 y el 2010 fue de 380 metros (1.249 pies) y que desde entonces ha aumentado un 40%, más de 150 metros (500 pies).
Y estamos hablando solo de la profundidad en el mar.
Los perforadores están explorando una “zona dorada” de petróleo y gas natural a más de 6.000 metros (20.000 pies) debajo del lecho marino, para llegar a la cual hay que penetrar una capa de sal prehistórica con un espesor de 3.000 metros, mucho más profunda que el pozo Macondo, el cual en su momento fue considerado tan complejo que un trabajador le dijo a su esposa que se trataba de un “pozo en el infierno”.
Algunos geofísicos calculan que las empresas petroleras pueden hacer perforaciones a profundidades sin precedentes y encontrar depósitos que pueden producir hasta 300.000 barriles de petróleo diarios.
Las temperaturas y las presiones, factores que hacen que las perforaciones resulten tan peligrosas, aumentan a medida que se va más abajo. Y una antigua capa de sal genera más complicaciones todavía: es tan opaca que los estudios sísmicos no pueden ver lo que hay debajo y es posible toparse con depósitos de petróleo y gas que podrían generar explosiones.
“No hay que ser un genio”, comentó Matthew Fracheck, director del programa de graduados de ingeniería submarina de la Universidad de Houston, “para darse cuenta de que esto es mucho, mucho más complicado”.
En comparación, el pozo de Macondo no requirió perforar capas salinas y el depósito de petróleo se encuentra a 4.000 metros (13.000 pies) debajo del lecho marino.
Un estudio llevado a cabo después de la tragedia de Macondo, usando informes de la industria, señaló que en una escala de complejidad del 0 al 5, ese pozo recibía 3 puntos y algo más. Figuraba 43ro en una lista con los pozos de aguas profundas más complejos cuando se produjo el accidente. A comienzos del 2010 ya se habían puesto en marcha 13 pozos de categoría 5, de acuerdo con el estudio.
En ese contexto -una explosión cuando funcionan 43 pozos similares-, la industria no puede decir si los accidentes son una cosa frecuente, de acuerdo con David Pritchard, ingeniero de Texas. Uno de los autores del estudio fue Kevin Lacy, ex ejecutivo de BP que se fue de la empresa poco antes del accidente de Macondo. Lacy declaró ante los tribunales que se alejó de la empresa en parte por las medidas que estaba tomando para reducir costos.
“Estamos varias generaciones atrás de la industria aérea”, sostuvo Pritchard, quien sostiene que las empresas petroleras no toman las debidas medidas de seguridad. “Hay una cultura que prioriza ganar dinero. Que valora la velocidad más que la confiabilidad”.
Geoff Morrell, vocero de BP, afirma que la empresa ha mejorado mucho en el terreno de la seguridad. “La prueba está en los resultados, que indican que estamos a la altura o a la vanguardia” de la industria en ese campo, acotó.
Una explosión en estos pozos superprofundos podría tener consecuencias peores que la de Macondo, donde una plataforma moderna estalló en llamas. Once trabajadores murieron y cientos resultaron heridos.
Unos 651 millones de litros (172 millones de galones) de petróleo, gas natural y sustancias tóxicas fueron liberados en el Golfo durante 87 días, mientras los reguladores, la industria y la Casa Blanca trataban de contener el desastre. El gobierno de Barack Obama ordenó la suspensión de las excavaciones más profundas por seis meses, pero levantó al poco tiempo esa medida en medio de presiones de la industria y de las autoridades de la región del golfo.
En las operaciones para controlar las fugas surgieron varios problemas y se hizo evidente que la Guardia Costera y otras agencias federales dependían mucho del equipo y los conocimientos de las empresas para hacer frente a este tipo de situaciones.
Las autoridades determinaron que no tenían suficientes diques flotantes para contener derrames de esa magnitud, por ejemplo.
Los planes de emergencia archivados se basaban en las medidas tomadas tras el derrame de Exxon Valdez e incluían entre los contactos a un experto que había fallecido años atrás.
Una explosión en aguas más profundas y más alejadas de la costa, con cantidades más grandes de petróleo, constituiría un enorme desafío.
“Estamos preparando el terreno para otra explosión como la de Macondo, si no peor”, sostuvo Richard Charter, de la Fundación Oceánica y quien estudia la industria desde hace tiempo.
La industria, mientras tanto, sigue adelante con las exploraciones a mayores profundidades.
“Estamos convencidos de que estas perforaciones son seguras”, declaró Lars Herbst, director regional del Bureau of Safety and Environmental Enforcement del Golfo de México, que supervisa las perforaciones en el mar.
La Junta Nacional de Seguridad Química, no obstante, encontró hace poco fallas de diseño en algunos casos “fatales” en los sistemas que previenen estallidos –la última línea de defensa ante una posible explosión– que se usan en el golfo.