La ruta del olvido comienza, paradójicamente, al dejar atrás la carretera de cuota más cara del país: la Autopista del Sol. Tixtla es la entrada a cañadas y montañas. Por este paisaje es recurrente ver que los pies de los indígenas se hunden desnudos en el lodo.
Después de 13 horas de camino, llegamos a la primera parada del recorrido: Ixtlahua Roja, uno de los 20 municipios que forman parte de la región de la Montaña guerrerense, donde la trata de personas ha encontrado en las comunidades más pobres y alejadas del país un resquicio para incorporar a niñas y adolescentes en redes de prostitución y esclavitud.
Flora da su testimonio de esa pesadilla: el día lo recuerda bien, porque había terminado de lavar el viejo pocillo del café. A ella se le acercó una desconocida, quien con trato amable y sonrisa por delante le preguntó: “¿Cuántos años tienes?” Desconfiada, Flora respondió que tenía 14. Al fondo se escuchaba la risa contagiosa de su amiga Esperanza.
En seguida, la mujer se presentó: “Me llamo Carolina y estoy buscando chicas que quieran trabajar, ganar mil 500 pesos al mes cuidando una tienda en Cuernavaca. Si se animan, en dos meses podrían traer hasta un carro”.
Cuando se vive en la región más pobre del país es difícil decir que no y aceptaron.
“A Esperanza la vendieron por 60 mil pesos, a Florencia y a mi hija, por 40 mil pesos”, dijo don Cayetano, padre de Flora