1.- Muchos de nosotros asociamos la palabra “dieta” con un régimen alimenticio de corto plazo, con privaciones que sólo ocurrirán por poco tiempo para después volver a la normalidad.
Muchas dietas no son factibles a largo plazo, la solución es ajustar la dieta a la vida real para evitar tirar la toalla y asimilarla como algo que permanecerá con nosotros por mucho tiempo (o quizá todo).
2.- Las dietas drásticas o demasiado estrictas pueden provocar cambios de humor, dolores de cabeza, fatiga física y mental, irritabilidad, malestar digestivo, y dificultades para pensar; al grado de que muchas personas llegan a sentirse como zombies. Nadie quiere sentirse así, por lo que es mejor cambiar tu dieta para sentirte lleno de energía, lúcido y feliz.
Tú conoces mejor tu cuerpo que nadie, así que sabes exactamente lo que te hace sentir mal. Confía en tu cuerpo y no subestimes sus necesidades básicas porque puedes poner en peligro tu metabolismo y salud.
3.- Sentir hambre cinco minutos, o incluso una hora después de comer no está bien en una dieta. De hecho, el hambre crónica generalmente indica que tu dieta es desequilibrada o inadecuada, por lo que debes consumir los nutrientes necesarios para que tu cuerpo conserve energía y no se resista a la pérdida de peso.
Para evitar sentir hambre es necesario incluir alimentos saludables que aumentan la saciedad y que te mantengan así por más tiempo, es decir, aquellos ricos en proteína (huevos, aves, pescado, frijoles y lentejas); fibra (frutas, verduras, granos enteros) , y grasas buenas (aguacate, nueces, semillas y aceite de oliva o de coco). Otra buena estrategia es elegir los alimentos que le permiten comer más volumen sin acumular el exceso de calorías, como el agua de frutas y verduras frescas.