El Mexicano promedio: teme al poder de los polÃticos; admira la arrogancia desplegada por las medidas de seguridad que rodean a cada uno de nuestros polÃticos; justifica la desmesura con la cual comen y viven los polÃticos; aplaude la comparsa en la que parece que se inconforman con el imperio por excelencia (léase EEUU); sueña con estar ligado a la polÃtica; se somete con salamerÃa en grado superlativo a los desplantes de los polÃticos; desea con toda el alma, ser Un PolÃtico. ¿Qué más le podrÃa pedir a la vida si ya con tamaña investidura, resolverÃa la vida de toda su tribuâ?¦?
Tiene razón William en inconformarse por la vida opulenta que se dan los empleados del Pueblo. Pero, ¿porqué mejor no organizamos un debate de dimensiones nacionales y que vaya encaminado a generar un cambio en la forma de ser del Mexicano?.
¿Pero quién está dispuesto a vigilar que todo funcione de la forma en que se deseaâ?¦? Muy probablemente, en este momento se haga presente en escena, el fantasma de la apatÃa que caracteriza muy bien la forma de ser del mexicano.
No me imagino el tamaño de un programa (de nuevo) de dimensiones nacionales, que se enfoque en cambiar esa forma de actuar del mexicano. En realidad, una vez resuelto ese problema, las cosas pueden empezar a funcionar mucho mejor de cómo lo han hecho hasta ahora.
Detallando la cuestión: somos muy buenos para criticar y hasta para proponer formas de resolver los problemas, pero llegado el momento de participar, todo lo demás se vuelve más importante; todo lo demás tiene mayor prioridad que andar de â??mitoteroâ? y todo lo demás, echa por tierra las intenciones de la más mÃnima pretención de ORGANIZACIÃ?N. Más aun, habrá quien proponga que andar de mitotero, le hará parecer â??pro-PEJE-lagartistaâ?, y Dios nos libre de parecer tan mala cosa.
Mucho se ha propuesto que la organización de la Sociedad a nivel de â??células mÃnimasâ? es un buen principio para la solución de problemas locales primero, y nacionales después; sin embargo, en cualquiera de los niveles que se haga el planteamiento de dicha organización, la apatÃa resulta tener un mayor poder en la actitud de â??sólo hablar pero no querer participarâ?.
Dejando un poco el detalle pero escarbando en una posible causa de nuestra forma de ser, he llegado a la conclusión de que como PaÃs, o como Nación (que serÃa harina de un costal aparte), aun no hemos abandonado del todo la etapa infantil.
Por mencionar sólo una de las varias cosas que caracterizan dicha etapa está, la permisibilidad en el génesis del nacimiento del concepto de â??Papá-Gobiernoâ?. Una vez que dicho término se asienta en el escenario nacional, pero más aun, en la mentalidad nacional, el mexicano promedio queda expuesto a la peor de las enfermedades: la que padece aquel que no quiere darse cuenta del â??mal propioâ?.
De forma inadvertida empezamos entonces a delegar nuestra capacidad de actuar, en la figura de â??Papá-Gobiernoâ? y de forma paulatina, permitimos que la servidumbre tome el control de â??Nuestra Casaâ?.
â??Juan Puebloâ? empieza entonces, a ser un especie de invitado en casa ajena; escenario al cual asiste, sin tener seguridad alguna de qué tanto puede llegar a querer involucrarse en los problemas a los cuales sólo de forma circunstancial se llega a sentir relacionado. Se piensa inclusive (lo poco que se puede), que es mejor no involucrarse a cambio de tener una vida más o menos tranquila: â??no son mis problemasâ? se llega a expresar.
Una vez que la servidumbre detenta el poder de la casa, se deja que el â??4to. Poderâ?, el representado y aceptado a regañadientes (eso dicen ellos) por la prensa nacional: muerda, mastique y digiera por nosotros la informaciónâ?¦ Porque ¿para qué pensar?, ¿para que desgastarme en analizar?, â??ay no que flojeraâ? (â??que güevaâ?, dirÃa el TÃo de otro de nuestros personajes nacionales: Kalimán).
Muy a tÃtulo personal: ¿Quién nos asegura que los Zetas y la Familia son lo que el Gobierno y los medios de comunicación nos han querido hacer saber?; ¿cómo se explica que haya empresarios que prefieran contratar a â??Zetasâ? para seguridad personal y para inmuebles en los que se asientan empresas y negocios bien establecidos como lÃcitos?; ¿cómo se explica que aparezcan narcomantas en las que se traduce algo asà como â??â?¦Sr. Presidente, hagamos un frente común para acabar con los Zetas y con la Familia y, una vez resuelto eso, puede Usted seguir persiguiéndonos. Atentamente: Unión de Cartelesâ??
Pero ¿para que pensar en todo estoâ?¦? â??Eso que lo atienda Papá-Gobiernoâ?, â??eso es un problema de adultosâ?, â??nosotros somos aun sólo unos niñosâ?, y lo que me parece patético: nosotros aun queremos seguir siendo niñosâ?¦ Mucho me temo que esa en realidad sea la forma de pensar de los auténticos â??DUEÃ?OS DE LA CASAâ?; y ante tamaña enfermedad, ¿por dónde podemos empezar a curar a ésta Nación Moribundaâ??
*Opinion enviada por el autor con motivo de una columna escrita por William Parker, aqui en supuntocom.com