Un grupo de compuestos desarrollado, sintetizado y patentado por la UNAM, denominado casiopeínas, es probado en el laboratorio contra tumores del sistema nervioso periférico, o neuroblastomas, que afectan a niños, señaló María del Carmen Mejía Vázquez.
La integrante del Departamento de Medicina Genómica y Toxicología Ambiental del Instituto de Investigaciones Biomédicas indicó que dentro de los tumores sólidos infantiles los neuroblastomas representan 10 por ciento de los casos registrados.
En un comunicado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) , agregó que si ese fármaco puede inducir muerte celular programada o apoptosis “será posible establecer la cascada de eventos que ocurren en el tumor” .
Ello, abundó Mejía Vázquez, permitirá averiguar cómo es el mecanismo de acción del medicamento, y qué genes se prenden y apagan con su uso.
En el seminario “El Neuroblastoma, un tumor antiguo que representa un reto actual” , expuso que las casiopeínas son una familia de 200 compuestos, de los cuales se prueban cinco.
Diez grupos de investigación, encabezados por Lena Ruiz Azuara, de la Facultad de Química, están enfocados a observar sus efectos en enfermedades como cáncer o con Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) .
Las casiopeínas, detalló Mejía Vázquez, son moléculas planas que permiten actuar como “intercalante” en el ADN de las células, aunque no se sabe exactamente cuáles bases ataca.
También se desconoce, y en eso se trabaja, para ver si pueden representar una terapéutica contra neuroblastomas. En tanto, próximamente podrían ser probadas para otros tipos de cáncer en pacientes del Instituto Nacional de Cancerología.
El neuroblastoma es un tumor neuroendocrino de células que surgen de la cresta neural, y aunque se conoce mucho de él -se describió en 1864- aún no tiene tratamiento específico.
Se trata de un tumor del sistema nervioso periférico, “pariente” de los del sistema nervioso central, cuyo principal rasgo es la heterogeneidad a nivel biológico, esa condición se ve reflejada cuando se pretende dar tratamiento; a veces, ese procedimiento acelera su diferenciación y se vuelve maligno.
Otras veces, sin dar tratamiento al niño, el tumor involuciona por sí solo y desparece. “Ahí es donde el médico entra en conflicto” , expuso Carmen Mejía