Urge el Papa Francisco al diálogo y la colaboración en Venezuela. El Papa Francisco pidió hoy en su mensaje Pascual a quienes tienen en sus manos el destino de Venezuela a promover el diálogo y la colaboración, para que el país abandone “las difíciles condiciones en las que vive”.
Asomado al balcón central de la Basílica de San Pedro y ante más de 100 mil personas congregadas en la plaza vaticana, el Papa pasó revista a los principales focos de tensión del mundo, condenó el terrorismo y clamó por los refugiados.
Aseguró que Dios ha vencido “el egoísmo y la muerte”, y imploró que su mensaje se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos.
“Y que se promueva en todo lugar la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos”, añadió.
“El mundo está lleno de personas que sufren en el cuerpo y en el espíritu, mientras que las crónicas diarias están repletas de informes sobre delitos brutales, que a menudo se cometen en el ámbito doméstico, y de conflictos armados a gran escala que someten a poblaciones enteras a pruebas indecibles”, constató.
Pidió que Cristo resucitado indique caminos de esperanza a Siria, un país desgarrado por un largo conflicto, con su “triste rastro de destrucción, muerte, desprecio por el derecho humanitario y la desintegración de la convivencia civil”.
Encomendó a Dios las conversaciones en curso, para que, con la buena voluntad y la cooperación de todos, se puedan recoger frutos de paz y emprender la construcción una sociedad fraterna, respetuosa de la dignidad y los derechos de todos los ciudadanos.
Urgió a una mejor convivencia entre israelíes y palestinos en Tierra Santa, así como la disponibilidad paciente y el compromiso cotidiano de trabajar en la construcción de los cimientos de una paz justa y duradera a través de negociaciones directas y sinceras.
Y llamó a acompañar los esfuerzos por una solución definitiva a la guerra en Ucrania, apoyando las iniciativas de ayuda humanitaria, incluida la de liberar a las personas detenidas.
También manifestó cercanía a las víctimas del terrorismo, esa forma ciega y brutal de violencia que no cesa de derramar sangre inocente en diferentes partes del mundo, como ha ocurrido en los recientes atentados en Bélgica, Turquía, Nigeria, Chad, Camerún y Costa de Marfil.
En su mensaje incluyó “que espera que se lleve a buen término el fermento de esperanza y las perspectivas de paz en África; pienso, en particular, en Burundi, Mozambique, la República Democrática del Congo y en el Sudán del Sur, lacerados por tensiones políticas y sociales”.
El Papa se asomó a la logia central de San Pedro al mediodía. Allí permanecía una multitud de fieles, que antes habían participado en la misa del domingo de Pascua que él mismo celebró en el atrio de la basílica. Todo en una mañana a pleno sol.
Al finalizar su celebración y antes del “urbi et orbi”, el líder católico hizo un recorrido en papamóvil que lo llevó incluso hasta la Via della Conciliazione, fuera de la plaza. Previo a su bendición, resonaron los himnos de Italia y el Vaticano.
Entonces llamó a no olvidar a los refugiados, hombres y mujeres en camino para buscar un futuro mejor. Aseguró que son una muchedumbre cada vez más grande, también de migrantes, que huyen de la guerra, el hambre, la pobreza y la injusticia social. Recordó que estas personas encuentran a menudo la muerte o el rechazo de quienes podrían ofrecerles hospitalidad y ayuda.
Por eso solicitó que la próxima Cumbre Mundial Humanitaria no deje de poner en el centro a la persona humana, con su dignidad, y desarrollar políticas capaces de asistir y proteger a las víctimas de conflictos y otras situaciones de emergencia, especialmente a los más vulnerables y los que son perseguidos por motivos étnicos y religiosos.
Deseó que también la tierra sea inundada por la claridad de la resurrección, aunque sea tan maltratada y vilipendiada por una explotación ávida de ganancias, que altera el equilibrio de la naturaleza. Dirigió su pensamiento a las zonas afectadas por los efectos del cambio climático, que en ocasiones provoca sequía o inundaciones, con las consiguientes crisis alimentarias en diferentes partes del planeta.
“Con nuestros hermanos y hermanas perseguidos por la fe y por su fidelidad al nombre de Cristo, y ante el mal que parece prevalecer en la vida de tantas personas, volvamos a escuchar las palabras consoladoras del Señor: No tengáis miedo. ¡Yo he vencido al mundo!”, señaló.
Luego bendijo a la muchedumbre, y también a los millones que lo siguieron a través de la radio y la televisión. Y se despidió pidiendo: “no se olviden de rezar por mi”.