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Al menos es lo que dice el sitio web del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. Y sin embargo, La Habana está llena de estadounidenses, desde el bar Floridita, en donde posan para fotos con un busto de Ernest Hemingway, hasta el Museo del Ron, en donde beben muestras de ron después de caminar entre exhibiciones de toneles viejos.
Claro, algunos estadounidenses siguen las reglas para los viajes autorizados: traer provisiones a iglesias o sinagogas cubanas bajo una licencia para ejercer actividades religiosas, por ejemplo. Otros vienen en tours grupales, también previamente autorizados, conocidos como “people-to-people” con itinerarios temáticos, como el arte.
Pero un 36% de aumento en la cantidad de visitantes estadounidenses que se ha registrado desde que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su homólogo cubano, Raúl Castro, anunciaron una distensión en las relaciones diplomáticas entre ambos países, incluye ahora a muchos viajeros que se saltan las reglas.
Algunos viajan a través de un tercer país y viajan a Cuba desde México o las Bahamas. Otros vuelan por sí solos desde Estados Unidos, tras llenar con indiferencia formas para una de las 12 categorías de viaje autorizadas por Estados Unidos, sin preocuparse mucho de que alguien verifique si lo que anotaron es real.
El hecho es que “casi no hay imposición activa” a la prohibición turística bajo la administración de Obama, según el abogado Robert Muse, experto en aspectos legales del viaje a Cuba.
Aquí hay cinco anécdotas de estadounidenses que visitaron Cuba en diferentes tipos de viaje.
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