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Vicente Fernández se retiró como los grandes en el Azteca. Una noche histórica e inolvidable la que se vivió este sábado en el estadio Azteca, cuando más de 80 mil personas vibraron y fueron testigos de la despedida de los escenarios del llamado Charro de Huentitán, Vicente Fernández.
Vicente no se podía retirar sin cumplir con su famosa frase: “Mientras ustedes no dejen de aplaudir, yo no dejo de cantar”.
Así que esta noche el público no sólo no dejó de aplaudir, también cantó, bailó, bebió y lloró a lo largo de las casi cuatro horas que duró esta histórica velada escuchando todos los éxitos del querido “Chente”.
El espectáculo al que llamaron “Un azteca en el Azteca, el adiós a un grande”, inició a las 21:15 de la noche, y en medio del enorme escenario que se montó a un costado de la canchera del Coloso de Santa Úrsula apareció Vicente Fernández vistiendo elegante traje de charro negro, con botonaduras en oro y sombrero en color marfil.
“No me sé rajar” fue la primera de las 56 canciones que interpretó para beneplácito de la gente que no dejó de aplaudirle y acompañarlo con sus canciones de principio a fin.
“Es momento de aplaudir, momento de reír, cantar y llorar. Es el momento que yo esperé para darles las gracias por todo lo que me han dado”, dijo Vicente al dirigirse por primera vez a su público.
El cantante tapatío estuvo acompañado de 50 músicos en el escenario, una orquesta y una veintena de mariachis, encabezado por el mariachi Vargas de Tecalitlán.
A lo largo de tres horas y 35 minutos, Vicente dejó el alma en el escenario, interpretando todos sus éxitos.
“Ojalá que te vaya bonito”, “Me voy a quitar de en medio”, “Si acaso vuelves”, “Cien años”, “Mujeres divinas” y “Lástima que sea ajena” fueron las primeras canciones, apenas “para calentar garganta”, dijo don Chente.
Inmediatamente después, sin perder segundos, el Charro de México siguió con “Te quise olvidar”, de Juan Gabriel, “Un motivo” y “Nos estorbó la ropa”.
Mientras tanto, la gente hacía la ola, le hacía los coros a los temas y comenzaba a gritar: óChente, Chente!, por todo el estadio.
“Están contentos, pues yo más”, decía el cantante a sus admiradores, para luego interpretar tres canciones de su amigo Joan Sebastian: “El último beso”, “Vale más” y “Esos celos”, aquí la gente ya comenzó a bailar y acompañarlo a cantar, mientras él sudaba copiosamente.
Luego de este gran inicio, don Vicente pidió un aplauso para su hijo menor, nada menos que Alejandro Fernández, obviamente la gritería no se hizo esperar y el famoso “Potrillo” apareció en escena, enfundado en elegante traje de charro negro, con las botonaduras doradas, que eran las iniciales de Vicente Fernández.
Alejandro cantó con su padre “Paloma querida”, “No volveré”. Luego, él sólo deleitó a la concurrencia con “Mátalas”, y una de sus canciones favoritas, en honor a su papá: “Qué falta me hace mi padre”.
Con este tema, mucha gente soltó en llanto, y muchos hombres comenzaron a derramar unas cuantas lágrimas.
Don Vicente volvió al escenario luciendo un traje color mamey y juntos interpretaron el tema “Perdón”.
La velada continuó y siguieron éxitos como “Qué de raro tiene”, “Acá entre nos” -una de las canciones más ovacionadas de la noche-, “Aléjate de mí”, Urge” y “Las llaves de mi alma”.
“Un buen ranchero dos cosas debe tener, una mula y una vieja, pero debe saber que la mula no sea tan vieja, ni la vieja sea tan mula”, le dijo a la concurrencia, luego de tomarse su primer trago de tequila.
Los minutos transcurrían, y a don Vicente el cansancio se le notaba ya en su rostro, así que luego de un par de canciones más pidió una silla y una mesita para sentarse y poner su trago de “aguardiente”.
Y ahí sentado cantó dos temas: “Las botas de charro” y uno de sus favoritos, “Me lleva la tristeza”, “Esta canción me gusta de a madre”, confesó Fernández.
El cantante pidió permiso para irse a cambiar nuevamente y a los pocos minutos volvió con otro traje de charro negro, camisa y moño blancos, para seguir complaciendo al público que ya para entonces había abarrotado el Coloso de Santa Úrsula, y la venta de cerveza estaba a todo lo que da.
Siguieron temas como “Aprendiste a volar”, “Hermoso cariño” –tema que dedicó a su esposa Cuquita-, quien junto con toda la familia Fernández ocupaban las primeras filas, y ahí la señora, a través del video, se le vio llorar emocionada.
Vicente Fernández siguió cantando un rato más y las muestras de cansancio se reflejaban en su rostro, pero las porras y los aplausos de la gente lo mantuvieron de pie y siguió con otra tanda de canciones, aunque constantemente le preguntaba al respetable: “¿Ya se cansaron?”.
Acto seguido, en las pantallas que estaban a los costados del escenario, aparecieron varios famosos cantando “El rey”, tales como Thalía, Bobby Pulido, Edith Márquez, Río Roma, Ha Ash, Marco Antonio Solís, Diana Reyes, Alejandro Fernández y Placido Domingo, entre otros.
Al finalizar los videos, las notas de “El rey” inundaron el escenario y todo el estadio cantó con Vicente este tema, mientras miles de papeles blancos fueron lanzados por todos lados, haciendo de este uno de los momentos más emotivos de la noche.
Antes de la una de la madrugada de este día, la despedida de Vicente Fernández se aproximaba y con gran sentimiento comenzó su partida, interpretando “A mi manera”, “Volver volver” y “México lindo y querido”.
Las lágrimas aparecieron en el rostro del cantante y el multitudinario coro de “óChente Chente!” no dejaba de escucharse.
Y para finalizar, no podían faltar “Las golondrinas”. Fue el momento final de una carrera de 56 años de presentaciones por todo el mundo.
Vicente se fue contento, cumplió su sueño, se retiró como él quería, como un grande y en un lugar grande. Y como dijeron Marco Antonio Solís y Alejandro Fernández: “Vicente Fernández no se irá nunca, estará siempre en nuestros corazones y seguirá siendo óel rey!”.
Vicente Fernández se retiró como los grandes en el Azteca

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