Llega un momento, queridos lectores de supuntocom.com, en que ya todo análisis pareciera una estéril perdida de tiempo; y lo digo no necesariamente porque aquellos que gustamos de criticar y analizar la situación actual de México encontremos ya como un tema tedioso puntualizar sobre la cada dÃa más creciente violencia. Hago hincapié en esto porque ya es tan cotidiano que los números sean cada dÃa más espantosos acerca de los ejecutados que se desperdigan por toda la república, que nos estamos volviendo insensibles y cada que leemos un encabezado que hace referencia a esta ola violenta, lo tomamos como un comentario más, como algo que no nos dirá nada nuevo. Es probable que tengamos razón, sin embargo, no nos beneficia en nada y tan solo fomenta un imperceptible conformismo que, cuando menos nos demos cuenta, ya estará instalado entre nosotros. Claro, si es que no lo está ya.
El dÃa de ayer martes, el presidente Felipe Calderón apareció en cadena nacional para reiterar por enésima ocasión su lucha contra el crimen organizado â??donde llama mucho la atención que ya no se refiera especÃficamente al narcotráfico; puede que sea por no dejar ver que estos ya le llevan clara ventaja al Estado que encabeza. Un termómetro perfecto para medir las reacciones ante esta clase de pronunciamientos siempre serán las redes sociales, y anoche justo después del pronunciamiento del jefe de Estado, la respuesta generalizada fue: Ya no le creemos, señor Presidente.
Y es justo a eso a lo que me refiero, porque aunado a muchos factores como la inoperancia e ineptitud de las fuerzas de seguridad, los casos de corruptela entre grandes esferas ligadas al crimen, sólo por citar algunos, que la opinión popular se desliga totalmente del presidente dejándolo ajeno a una legitimidad que deberÃa de ser equitativamente proporcional a sus acciones y resultados; hoy, esta condición de la cual todo aquél que lleve las riendas de un paÃs, le resulta, si bien no de manera absoluta más sà generalizada, un tanto desconocida a la investidura dentro del sistema presidencial mexicano.
Lo que sà es una realidad es que la violencia en el paÃs es cada dÃa más y pareciera que la tan promovida guerra contra el crimen, responsable directo de esta tendencia, se perdió desde su comienzo en el 2006 cuando Felipe Calderón comenzó una lucha sin cuartel y de frente a los carteles de la droga â??pero con marcadas reservas ante el cartel â??patrocinadoâ? por la administración del mandatario michoacano- la cual desató un quebranto en el estado de Derecho y seguridad pública, que sumándolo a las demás vertientes del crimen como son los grupos guerrilleros â??ligados al narco-, las bandas de secuestradores â??que entre sus filas lucen policÃas y ex policÃas-, y las de â??menorâ? rango por nombrarlas de alguna manera, tales como el robo a mano armada o los homicidios sin causa aparente, reflejan un paÃs violento, casi mercenario, como en el caso de la ciudad fronteriza de Juárezâ?¦ y de mayor a menor medida en todas las demás entidades federativas y municipios de la nación.
La pregunta queda en el aire y cuya respuesta parece no tener para cuándo dilucidarse; como un servidor lleva tiempo creyéndolo, el pueblo de México se encuentra en un coma inducido por distintas razones, varias de ellas ajenas al mismo pueblo y otras no tanto â??pero ese es tema que merece tratarse aparte; basta con adentrar se las calles de cualquier estado de la república, las miradas de desconfianza son cosa de todos los dÃas entre todos los habitantes. No podemos hablar de un pueblo con ánimo de celebrar lo que sÃ, deberÃa ser una fiesta nacional, pero no puede serlo en un ambiente de ruptura, inestabilidad y premura latente.
México se encuentra lacerado, tiene llagas por todo el cuerpo â??pobreza, desempleo, inseguridad, etcétera- pero sin duda la que más profunda es y la que más preocupa es la que genera la violencia; porque un paÃs no puede hablar de bienestar y equidad, cuando afuera decenas de personas pierden la vida generando miedo en un pueblo que, lo repito, pierda cada dÃa más y más las esperanzas.
Y la violencia, ¿hasta cuándo señor Presidente?
Santiago Soriano