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La democratización, la inclusión de las mujeres sobre todo las jóvenes al mercado laboral, modernización en los trámites, la defensa de la libertad de organización, la incorporación de las reformas de la Ley Federal del Trabajo (LFT) y emparejamiento con los objetivos 2030 de la ONU son algunos de los desafíos a los cuales se enfrenta el sindicalismo mexicano en la actualidad.

Continuar con lo que se ha hecho bien hasta el momento como los contratos colectivos de la base trabajadora y la posibilidad de elegir a los dirigentes es necesario, pero no suficiente. 

La sociedad mexicana trabajadora merece que se impulsen los salarios y prestaciones contractuales, para combatir la pobreza laboral.

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Pero estos ambiciosos objetivos solo se podrán dar con la vigencia de un sindicalismo libre y democrático.

Se debe de dar prioridad al equipo material y humano de difusión moderna para impulsar un plan de comunicación digital, que tenga por meta informar y difundir los programas, acciones y problemática de los trabajadores a través de una red digital piramidal.

Incorporar la práctica de la rendición de cuentas realizando reuniones regionales periódicas para evaluar los avances de estos acuerdos, los programas y acciones, todo con vías de proteger a los agremiados de los efectos del deterioro de la sociedad.

En el caso particular del estado de Sinaloa, donde radica uno de las centrales gremiales más competitivas del país el Sindicato de Trabajadores al Servicio del Estado de Sinaloa (STASE) tienen en sus manos la gigantesca tarea de poner los cimientos del nuevo sindicalismo, el cual tendrá repercusiones en las próximas décadas.  

De Michel Benítez o de María Elena Armenta, candidatos por la Secretaría General del STASE del periodo 2023-2026, depende la calidad de vida de al menos ocho mil trabajadores, así como parte de la vida política del estado.

JGR

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