En estos tiempos donde el celular y la computadora se han vuelto una extensión de nuestras vidas, los delincuentes han aprovechado la comodidad del anonimato para aplicar y crear nuevas maneras ya sean para acosar o extorsionar a los cibernautas.
Lamentablemente las víctimas en la mayoría de los casos son personas con algún tipo de vulnerabilidad, como adolescentes, personas de la tercera edad y mujeres entre los 18 y 30 años de edad.
El ciberacoso es una acción constante, esto significa que se molesta a la víctima durante más de una vez, ya sea con mensajes intimidantes, con el chantaje de revelar información o fotos confidenciales o realizando críticas constantes ya se al cuerpo o actividades de la persona, el objetivo además de sembrar miedo puede ser la obtención de favores sexuales ya sean presenciales o virtuales.
Las personas que realizan este delito han “estudiado” a su víctima y existe la posibilidad que incluso convivan con ella en la vida real, he aquí la importancia de limitar la información personal a un número cercano de personas de confianza.
Lo ideal en estos casos es tomar todas las pruebas que se puedan, capturas de pantalla de las conversaciones y guardar los archivos que manden para entregarlos a la policía cibernética.
Mientras que la extorsión se realiza en un único momento y la mayoría de las veces proviene de personas privadas de su libertad, estos delincuentes se inventan situaciones fantasiosas como que la víctima se ha ganado un premio por el que nunca participó, que se comunican de parte de un banco o que están ayudando a un familiar suyo que cayó en el hospital, el ministerio público o “vió algo que no tenía que ver”.
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En estos casos lo primero que se recomienda es guardar la calma y como estas personas llaman desde la cárcel lo mejor es cortar la llamada (así insistan mucho en no hacerlo) y bloquear el contacto, después ponerse en comunicación con los familiares cercanos para avisar de la situación y saber si ellos también fueron víctimas.
MGG