Desde el terreno, ubicados al extremo norte de la Antártida, una espectacular cubierta blanca de hielo parece extenderse hasta el infinito. Lo que escapa al ojo es la batalla épica que kilómetros abajo se libra y que está redibujando el mapa de la Tierra. Asíes, pocos saben que el derretimiento Antártico cambiara sin duda los mapas del mundo como los conocemos.
El agua está licuando el hielo antártico. Lo derrite justo cuando se encuentra con el océano. Aunque la capa de hielo se derrite lentamente, en la última década se han vertido al mar unas 118.000 millones de toneladas métricas de hielo, según cálculos satelitales de la NASA. Ya se tienen pruebas del derretimiento Antártico, por lo cual solo faltan que se den ciertas condiciones para recomenzar a configurar un mapeo nuevo.
Eso representa más de 350.000 veces el peso del Empire State, o la misma cantidad de hielo necesario para llenar más de 1,3 millones de piscinas olímpicas. Y la tasa de derretimiento Antártico se está acelerando.
En el peor de los casos, el derretimiento Antártico podría elevar el nivel del mar hasta 10 pies (3,3 metros) en todo el mundo en uno o dos siglos y que cubra las costas que están densamente pobladas.
Partes de más evidentes del derretimiento Antártico, estan en el deshielo a una tasa tan acelerada que el continente se ha convertido en “la zona cero del cambio climático global, sin duda alguna”, dijo Jerry Mitrovica, geofísico de la Universidad de Harvard.
Aquí, en la península antártica, donde el continente se está calentando más rápidamente porque la tierra se adentra a un océano cada vez más cálido, se pierden casi 45.000 millones de toneladas métricas de hielo cada año, según la NASA.
El agua se calienta desde abajo, lo que hace que el hielo retroceda y hace que el aire más cálido continúe el proceso. Las temperaturas subieron 5,4 grados Fahrenheit (3 Celsius) en el último medio siglo, mucho más rápido de que el promedio, dijo Ricardo Jana, glaciólogo del Instituto Antártico de Chile.
Con los pingüinos de fondo, Peter Convey, del British Antarctic Survey, reflexionó sobre los cambios que se pueden ver en la Isla Robert, un ejemplo a pequeña escala y quizás una advertencia de lo que está sucediendo en la península y en el resto del continente.
“Yo estuve aquí hace diez años”, dice Convey en un raro día soleado en la isla, con temperaturas apenas por encima de cero grados Celsius. “Y si comparas lo que vi entonces con ahora, la diferencia básica debida al calentamiento es que las secciones permanentes de hielo y nieve son más pequeñas. Siguen ahí, pero son más pequeñas que antes”.
La Isla Robert reta a los sentidos: desde el hedor de los pingüinos hasta el suave musgo que invita al visitante a acostarse, como si fuera una cama de agua, o el lodo marrón, que es como hundirse en chocolate. Porciones de musgo, con colores que van desde el verde fluorescente hasta rojo oxidado, han crecido al tamaño de una cancha de fútbol.
Aunque 97% de la península sigue cubierta de hielo, ahora hay valles completamente descubiertos. En otras partes, el hielo es menos grueso y la extensión de los glaciares ha disminuido, dijo Convey.